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“Un nicoleño envió 4 millones de tapitas al Garrahan”

18.06.2018. Gustavo Peretto tiene dos trabajos. En uno le pagan un sueldo, en el otro no. Sin embargo todos los días desde hace ocho años cumple jornada completa. A las 15 sale del trabajo remunerado, llega a su casa, come, toma unos mates y sale a buscar las cajas y bolsones de tapitas que tiene distribuidos por varios negocios, o clubes o en casas de familia.

Ahora está sentado en la cocina de su casa, y le urge pedir una mano, ayuda para continuar,va y viene con la carga en bicicleta o en moto. Llega a su casa y se mete al galpón a contar tapita por tapita, una por una, “las podría pesar pero por ahí te meten cualquier cosa adentro, entonces el peso miente” dice Gustavo con vergüenza (signo de su humildad) y le pega un sorbo a la bombilla del mate. Está cayendo la noche cuando cuenta las últimas tapitas y sale del galpón con dirección a la cocina. Nadie sabe, ni siquiera en Barrio FoNAVi saben, que Peretto cuenta alrededor de 3.000 tapitas por día desde hace ocho años, desde aquel año 2010 en el que se enteró que juntando tapitas para enviar al Hospital Garrahan, podía ayudar a niños con enfermedades graves.

 
“Al día de hoy, ya he enviado más de 4 millones de tapitas, no es un número improvisado, acá tengo un cuaderno con las primeras cuentas que hice, hasta las de hoy”. De adentro de una gruesa carpeta con recorte, diplomas, fotocopias del tema, extrae un cuaderno Gloria de tapa dura, y lo comienza a hojear desde el inicio para que lo veamos. Aparece un Diploma de reconocimiento, una foto leyendo en la banca 21 del Concejo Deliberante, en la presentación del proyecto de un lugar, para que sea de manera más ágil, fácil y productiva: “tener un lugar de acopio, hasta para reciclar y enviar al hospital de manera más fácil”.

A Gustavo no le gusta hablar de él, es esquivo, es inútil intentar revisar su pasado para encontrar un motivo que aliente tanto compromiso. Aparece un dato y se desvanece como un fósforo, la noticia sobre tres aneurismas que a Peretto lo dejaron al borde de la muerte, pero nada más que eso, apenas lo confirma y continúa con su relato “a mí no me conocen en el Garrahan, ni tendrían por qué, con la ayuda que para mi interior sé que hago me alcanza y me sobra, como el cariño de los niños y de algunos padres a los que le hemos dados una cantidad de tapitas para que sus hijos puedan operarse en el Garrahan, a varios le he entregado kilos y kilos para que pueden ser atendidos en su enfermedad, y lo hago yo sólo, ni para la tv ni los diarios, apenas si llamó en estos ocho años una radio, tampoco tengo entendido muy bien qué hace el hospital con esas tapitas, sé que tienen una planta recicladora y hacen carretillas, herramientas con este material y un par de cosas más reciclables, la verdad no sé más que esto que cuento, apenas si sé dónde van a parar las tapitas cuando se las lleva el flete, que es todo un tema pagar, hoy e día Pardo, la casa de electrodomésticos se han puesto al hombro el traslado de las tapitas hasta el Hospital en Bs As, hasta la venían a buscar acá a casa, ahora las llevo yo hasta Pardo, sólo me gasto ese flete, he pagado como muchas veces los fletes con tapitas hasta Capital Federal”.

Los periodistas se irán de la casa de Gustavo Peretto y su vida volverá a la normalidad, a levantarse cada día con el sol y a acostarse con la noche, para repetir los días como las tapitas que cuenta una por una, una por una, para no engañar con el peso a un hospital que no lo conoce, para ayudar a niños que nunca verá, ni padres que nunca se lo van a poder agradecer. Quizás la cualidad de los héroes anónimos no sea sólo la humildad, sino la capacidad de vivir en la gloria de sentirse bien con uno mismo.

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