San Nicolás de los Arroyos, la pequeña París

Homenaje San Nicolás en un nuevo aniversario

El siguiente texto forma parte de una serie de escritos que conforman el universo literario del libro llamado “La pequeña París”. La obra podría catalogarse como un híbrido, ya que la conforman textos de diferentes géneros narrativos: crónica no ficción, ficción, ensayos, relatos y poesías. En sintonía con una remodelación arquitectónica entre parisina y londinense del casco céntrico, le pareció pertinente a la redacción de San Nicolás News, recordar los 271 años de fundación de la ciudad, ofreciendo a los lectores este texto que ahonda en los acordes de la sensibilidad y apuesta a la emoción. El libro aún sin editar, se comenzó a escribir en el año 2013 dándole su autor un cierre definitivo en el año 2017.

La pequeña París.

                                             dedicado a Javier Tisera

Noten esa brizna que flota de viernes a la noche, es como una cintura plateada que desprende texturas, cierta espesura que hace elevar los carteles, los perros, las colillas, los autos. Sucede cuando la humedad se mete entre los adoquines y un cierto aire dulce de tabaco envuelve a la ciudad en un ensueño.

En alguna muesca o resquicio la ciudad es rush, las piernas de una mujer, la luna redonda en el techo de un bar saltando feliz sobre las chapas, un vaso de vino, un sorbo de mitología. Porque cualquier ciudad del mundo es esa idea de ir muriéndose de a poco, idea de saber, de entender que lo más preciado son los hijos, la historia compartida y la ultrajada, de hombres que huelen a muerte, que sólo extraen monedas de su sangre, que la violan como el diablo a un ángel sobre las mesas de un juzgado.

Soy el preludio del rezo y algo más, soy un farol, una conversación milenaria que brota en la barra del bar Pancho con el viejo Lubumba, que toma ginebra en una taza de café con dos medialunas de piedra, o con el negro Córdoba que jura haber pescado a caña un cocodrilo en las costas del mar. Soy un teatro y sus fantasmas, un acorde de blues que explota en lo Boragina, el tango que sigue rebotando en cada ochava. Te invito a que me mires los senos, a descubrirme cabeza abajo, en la arquitectura de la que chorrea injusticia y amor, donde tomo aire del pie moderno que me aprisiona.

Si quieren les presto los ojos, el corazón, los nervios, la idea de caminar con la muerte pegada a la solapa. Quizás así el embrujo se rompa y salten las burbujas de esa cadencia negada a la vista del alma.

Porque soy frágil y bella como una gota de lluvia  que va a pegarse a la ventana del Café que empieza a caminar otras más pequeñas la frenan pero sigue a veces se acelera toca a otra gota que la arrastra pero no hasta que se pega finalmente a otra gota y a otra y ya pesada rueda hasta el final del marco donde ya se han inmolado otras gotas que forman el alma de la ventana.

¡Santa lluvia que viene a caer en mí!, y se hace invisible a los transeúntes que caminan pensando en sus cuentas o en algún regalo banal, sin leer los carteles, subidos a taxis o remises, sin sospechar lo bonito que queda un paraguas en cualquier vereda del mundo.

Si quieren les presto la voz, los nervios, el placer del papel y el tabaco negro. Tal vez sus nervios puedan subir y desde lo alto vean el privilegio de vivir en la ciudad en la que viven, que como la raíz de un árbol deja huellas en la tierra, historias cocinándose a fuego lento donde nunca faltará un plato de comida.

Acomoden la pupila y verán una ciudad dentro de otra.

Miren, pero mírenme bien: soy la pequeña París.

(Capítulo de la novela “La Máscara” sin editar)