El pasado lunes 16 de abril en la Trastienda (Balcarce 460 CABA) se realizo un reconocimiento al libro Recuerdos que mienten un poco”, un libro escrito por Marcelo Figueras en conversación con el referente argentino de la cultura rock Carlos Alberto “el Indio” Solari.
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Un domingo de diciembre Figueras recibe un mail de Julio Sáez, mánager del Indio Solari. El mismo periodista y escritor recordará el momento de la siguiente manera en una nota titulada -A vivir que son dos días-, publicada en el diario digital Cohete a la luna, la cual recomendamos leer.
El 7 de diciembre de 2014 era domingo. Me acuerdo porque desperté tarde, manoteé la mesa de luz para recuperar el celular y descubrí que había llegado un mail que terminó de abrir mis ojos. Era del por entonces manager del Indio Solari, Julio Sáez. Un mensaje breve, decía textualmente:
“Quiero que sepas que sería del agrado de Indio que vos seas la persona que ayude en su momento a escribir sus memorias… Es un tema para más adelante pero, de realizarse, serías vos, de estar a fin, el elegido”.
A partir de ese día Figueras asegura haber vivido cuatro vertiginosos años de su rica y caudalosa carrera, en la que escribió varios libros y guiones de películas destacadas.
Aquellos que venimos leyendo los textos del escritor desde los publicados en la revista Humor, nos dividimos entre la alegría y la injusticia. La alegría de saber que el referente es elegido para narrar el libro de uno de los artistas más destacados de la cultura rock, de la literatura y la pintura. Pero también lo invade a uno el sentimiento de la injusticia, ya que Figueras se masifica como escritor a partir de la obra compartida con Solari, mientras que desde los periódicos y sus libros viene aportando al mundo literario y la cultura rock desde hace mucho tiempo. Nadie llega a Solari por improvisado o recorriendo un corto camino.
Tanto Solari como Figueras saben esta cuestión que aquí se apunta. Quizás no lo sepan los “fundamentalistas ricoteros”, y entonces hagan justica con el autor. No dejemos que a Figueras le pase lo que a García Márquez, quien era un perfecto desconocido hasta que publicó -Cien años de soledad- con la que más tarde ganaría el premio Nobel de literatura. El Gabo dirá “el próximo libro que escribí fue totalmente distinto a -Cien años de soledad-, porque me di cuenta que no había lectores de García Márquez, había lectores de -Cien años de soledad-. Ser Marcelo Figueras, que te llame Solari para escribir el libro de su vida y todavía dudar si estas a la altura del acontecimiento, es signo de superación y humildad, condición o “suerte de principiante” que guardan los artistas y escritores destacados. En la nota que Figueras escribe refiriéndose a la “cocina” del libro, se destaca un párrafo donde la humildad y el respeto de uno por el otro, quedan en evidencia:
Cuando lo oí referir su historia familiar y el relato de su infancia, tan lleno de peripecias, creí que había dado con la forma ideal: el Indio es un conversador antológico, lo más natural era construir el libro en primera persona y convencer al lector de que ‘oyese’ su voz mientras recorría las páginas. Pero ahí intervino su generosidad. Lo que él quería era vertebrar el libro como un diálogo, porque se sentía más cómodo así y entendía que de esa manera me daba una cabida que consideraba justa. Podría haber contratado un millón y medio de ghostwriters, gente que escribiese el libro sin figurar. Pero, a pesar de mis protestas (deformación profesional, yo veía el libro como una novela en primera persona aunque eso me obligase a desaparecer detrás del texto), el Indio insistió.
Entre la prosa delicada, comprometida de Rodolfo Walsh y la épica de Oesterheld, Marcelo Figueras fue creando un universo literario dándole un estilo propio, universos disímiles que colorean las obsesiones del artista.