Salió de su casa como todos los días, por el barrio, el mismo con el que se conocían desde el barro de las calles de tierra y las casas bajas… el barrio había crecido, creció tanto que estaba bastante difícil reconocer y recordar a todos los vecinos, pero si a los de siempre…
Salió de su casa como siempre, sin esperar nada novedoso, una charla de verdulería, el pronóstico del clima de la cadera de doña Olga, y lo buena que estaba la costeleta según el carnicero… La rutina del barrio es así… va a paso lento y firme…
Salió tranquila, nada la inquietaba, su marido llegaba a eso de las 6 de la tarde de la fábrica, así que tenía tiempo para limpiar la casa y hacer alguna comida elaborada, y alguna pavada para ella y María, que al mediodía llegaba de la escuela…
María no llegó, no llegó después del mediodía, no llegó a la siesta, no llegó… ella pensaba en infinidad de retos y castigos por no avisar, por no usar los cospeles que llevaba en la cartuchera para avisar desde algún teléfono público que no iba a llegar a tiempo, María no avisó… María no llegó…
Al llegar Jorge del trabajo empezó la desesperación, llamar a sus compañeros de colegio, a los conocidos, ir a la casa de los que no tenían teléfono, recorrer el barrio, y María no apareció… María desapareció.
En sus 17 años, María tenía el impulso idealista de los 17, la desfachatez de los 17, la frescura de los 17, todo eso de los 17… y María desapareció… a los 17… desapareció…
En una de las tantas visitas a la comisaria, un oficial de turno les dijo que “María andaba en algo raro, no la busquen más…”. Elena no pudo, no pudo no buscarla, no pudo no reclamarla, no pudo aceptar no verla más…
En esas infinitas visitas a las comisarías dio con otras madres buscando a sus chicos, todas con un relato común, desaparición o secuestro, siempre contado igual, con muchos puntos en común… pero ellas nada podían hacer, nadie las escuchaba, los hombres tenían que trabajar, y ellas, amas de casa, insistieron en buscar… y así siguieron, hospitales, cuarteles, comisarias, y nada… hasta que llegaron las amenazas, entonces decidieron marchar… marchar sencillamente, en la plaza de mayo, abrigando sus cabellos con pañuelos, con pañuelos blancos que terminaron tiniendo sus cabellos, que se volvieron blancos debajo de esos pañuelos…
Las llamaron locas, las quisieron frenar, quisieron que desaparezcan, pero no, cada paso siempre ha sido una esperanza, la esperanza de que los que aún no regresaron vuelvan, aun cuando se sabe que no volverán… porque hasta los mejores se van, y siempre están regresando…
María desapareció, muchos desaparecieron, la ilusión de las Madres no, la ilusión sigue estando, los pañuelos siguen allí… y esperan que regresen… los que aún no han regresado… María va a volver, Elena va a descansar, y todo va a ser paz… y diremos fuerte Nunca más…
SEBASTIAN PORPORATO