El merendero Igualdad ubicado en Barrio San Martín calle Piñeiro 355, es una comunidad de niños, adolescentes y adultos que se combinan en una organización para alejarse de la vulnerabilidad. La práctica y los ejemplos vivos certifican el objetivo cumplido, que es llevado adelante y resulta ejemplar para el tratamiento sobre la vulnerabilidad. La alfabetización, el estudio, la lecto-escritura y el trabajo de la autoestima son las recetas que arrojan luz sobre la comunidad del merendero.
¿Quién dijo que todo está perdido?
Soledad y Julio vivían en la calle, juntaban alguna chatarra, algún cartón o pedían limosnas para poder comer, en el caso de Julio para tomar vino en caja, para aliviar el dolor de la desazón cuando se está vivo y sin esperanzas. Tiraban de un carro donde cargaban lo recolectado y a Karen su hija de tres años. Cuando llegaba la noche, se acurrucaban bajo un árbol en la Plaza Belgrano, popularmente conocida como la plaza “de la radio”. Una noche camino a la plaza ven personas amontonadas que salen de una iglesia Evangélica. Lo que desearon más que nada, fueron esos ojos de éxtasis y cierto barullo de felicidad que contagian los congregados.
“Desde la iglesia Dios es amor empezamos a cambiar, nuestros valores, nuestra forma de vida, nuestra cultura, mi marido dejó el alcohol, comenzamos a construir nuestra casa, sólo estaba construida la mitad, la parte del medio donde dice Merendero Igualdad”
Un niño de dos años corre a una canilla que gotea, a jugar con el agua del balde. Soledad se interrumpe en el relato y va hasta la canilla. Riéndose lo quita a tiempo, apenas si se mojó las mangas de la campera y parte del pecho con algunas gotas. Otros niños entre 8 y 17 años, estaban en la puerta del merendero, practicando una coreo que van a presentar en unos días en la iglesia y el sábado en el merendero, día que confluyen en una sola jornada todas las actividades que se practican en el merendero durante la semana.
“Si nosotros pudimos los demás también, así que sacamos todas las chucherías que guardaba mi padre en su cuarto y empezamos a darle forma al merendero”.
Los Inicios.
A Javier le surgió la posibilidad de un trabajo en el sur del país. Antes de irse acordaron juntar un dinero para edificar. Volvió con los $130.000 que habían acordado ahorrar para edificar tres habitaciones más. Las querían construir pensando en el futuro de sus tres hijas, para que no preocupen dónde vivir y puedan dedicar el tiempo a estudiar. El matrimonio está convencido que es la única forma para salir adelante. La llegada de Javier desde el sur, se adelantó tres días. Cuando se asomó por la esquina sintió barullo de chicos. Una vez en la casa, vio alrededor de 70 chicos jugando, dibujando y tomando la leche. Ese día la pareja se dio cuenta que se comunicaban poco, o que al menos debían hacerlo mejor. Charlaron, la robusta figura y la cara tosca de Javier, se deshizo como un helado al sol, cuando se plantearon continuar o no con el merendero, se trataba de jóvenes y niños. Soledad le debe haber dicho “pensá cómo salimos adelante nosotros” y él se debe haber abrazado a Soledad, con un poco de miedo y con un mayor amor por esa mujer.
“Si vos me preguntas cómo arrancamos, fue un día que hicimos carteles con algunos chicos, algunas madres y salimos con globos y carteles por el barrio. Nosotros pusimos voluntad y toda la comunidad la suya, entre todos arrancamos. Acá no hay dinero, ni tenemos el plan que reparte el Evita, nuestra caja es cero, nuestra mayor riqueza es la voluntad y el compromiso de los padres de los chicos, sin embargo así no faltó nunca nada”
Merendero Igualdad.
Soledad hace 20 años que vive en el barrio. Y se ríe cuando dice que la conocen todos, antes y ahora. Hace alrededor de siete años que pudieron ordenar sus vidas y salir adelante, venciendo las peores vicisitudes a la que somos arrojados, muchas veces con un destino de pobreza estructural que heredamos. Del infierno de la vulnerabilidad pudieron salir con estudio y trabajo. Soledad terminó sus estudios secundarios en el Programa FINES. Javier consiguió trabajo y más tarde terminó sus estudios en el mismos Programa educativo para adultos.
” El trabajo de la autoestima es fundamental para salir de la vulnerabilidad, desde ahí germina un ser humano nuevo”
La edificación del lugar está formada por tres habitaciones, la del centro es la primera que la pareja levantó y donde vivían. Frente a esta edificación se levanta una pequeña habitación de ladrillos. Era la casa del padre de Soledad, quien falleció esperando un trasplante de hígado. En el medio del terreno hay un árbol grande, ancho y alto. En la parte de atrás había otro, donde ahora hay unos arcos de futbol móviles, pintados de blanco. Soledad recuerda que bajo ambos árboles practicaban la mayoría de las actividades, sobre todo el apoyo escolar y la alfabetización. Aprender a leer, a escribir y a expresarse es una de las mayores preocupaciones y actividades que ocupan el espacio del lugar.
El día que nos llegamos al lugar, Soledad estaba charlando con los integrantes de un grupo de voluntarios en formación llamado Tejiendo Puentes, quienes tienen la intención de largarse a la comunidad, con una primera actividad del merendero. También una gran cantidad de madres participaban de una capacitación, que orienta para transformar un oficio en un emprendimiento, dictado por una profesora de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
“Si las madres mandan los chicos al merendero, saben que tiene que participar y tiene que colaborar, todos trabajamos acá, sobre todo los días sábados, donde se elabora todo lo que los chicos comen ese día en la merienda”.
También las madres realizan una acción solidaria al mes, donde las nuevas que ingresan se suman, salen al barrio o a la zona a realizar su primer experiencia, también viajan a una escuela en la isla. Pero el sábado es el día donde confluyen todas las actividades del lugar, tanto apoyo escolar para los tres niveles, como aprender a leer y escribir, alfabetización fundamentalmente. Todo se hace con una rigurosidad, con la exigencia es igual o mayor a las del sistema educativo formal.
Día sábado.
Ni bien los niños y adolescentes ingresan al lugar, se encuentran con dos mesitas en la puerta. Dos chicas o chicos reciben a lo llegados con pañuelitos para lavarse las manos, se peinan, se pintan las uñas y se ponen desodorante. La higiene es condición para ingresar, condición por cierto que sobrepasa la condición de ingreso. Las familias asisten los días sábados vestidos como para una fiesta. El segundo paso es sentarse en orden. Se sientan bajo un alero de chapa que se extiende en uno de los laterales, a continuación de la pequeña edificación donde vivía el padre de Soledad y hoy funciona la cocina, con sus hornos industriales y cocina industrial. En uno de los extremos de ese alero hay un pequeño escenario, donde alguien del merendero, hace sonar una bocina donde se da inicio a la jornada.
“Se repasa todo lo trabajado en la semana, quién fue el que más se esforzó, quién tiene mejor nota, se lo felicita, se lo reconoce. Festejamos cumpleaños, en el campo que está al lado del merendero ponen los arcos y juegan al fútbol. Una vez al mes se realizan sólo deportes. Nos reunimos y entre todos planificamos lo que vamos a hacer de acá a dos meses-
El Merendero Igualdad funciona a través de una Asociación Civil que pertenece a la Iglesia Dios es amor, y se encarga del Espacio de Contención familiar –ECOF-. Pero no es el único. Cuatro merenderos más también funcionan a través de esta área. En barrio Alcoholera el Merendero Sembrando vida en calle Almafuerte 1616, en barrio Las Viñas el Merendero Sembrando esperanza en calle Tucumán 474, en barrio Santa Cecilia el Merendero Sembrando sueños en calle De las Artes 1311, en barrio Fraga el Merendero Hogar Granja en calle San Juan 651. Se calculan unas 500 personas entre niños, jóvenes y adolescentes que asisten a estos espacios donde se alfabetiza, se practica deporte y el desarrollo personal termina en la inserción social como principal objetivo.
La tarde se va apagando sobre el barrio. El crepúsculo va tiñendo el campo trillado de un color rojizo. Algunos niños se hamacan por última vez antes de irse con sus padres. Los niños que practicaban una coreo ya no están, pero las madres aún no terminaron su capacitación. En lo aparente el día parece terminar, pero en el merendero queda encendido un sol que no se apaga.