Lunes de supermercado
Como todo lunes la semana arranca mal… me quedo dormido, llego con lo justo a llevar a mi hija al colegio, lunes gris de otoño gris…
Jornada laboral chata… casi aburrida, los problemas de siempre con las soluciones de siempre, algún llamado de alguien que no sabe cómo hacer algo… casi rutina, la rutina de lunes…
Al salir del trabajo me voy directo a buscar a mi hija, esquivando baches, que parece que la lluvia de estos días los multiplicó y los hizo mucho, muy, recontra profundos… maldiciones varias… y llego al colegio… luego de dejarla en casa se me ocurre la brillante idea de ir al supermercado más grande de San Nicolás… ese que tiene todo prolijito y almidonado… y si querés vuelto… también te dan el vuelto… trato de estacionar afuera, en la calle, porque me resulta algo claustrofóbico el estacionamiento, y a veces me olvido de marcar el ticket y tengo que volver a que lo hagan, y ya medio me da vergüenza… y nada… las calles colapsadas, ni un solo lugar para estacionar, una vuelta a la manzana eterna y la sorpresa de la obra recién arrancada en calle 9 de Julio… veo la gente bajar de los colectivos, cruzarse delante de los autos y al tratar de subir a la vereda… la obra… entonces la gente no vuelve… sigue como si nada por la calle… porque tenemos aire de metrópolis… pero nos encanta caminar por la calle… bocinas… genios del volante que tienen la solución perfecta para que todo fluya… pero se comen la misma espera que yo… finalmente la última curva y el preciado (o no) estacionamiento…
Dejo el auto, eso sí… en la parte superior para mitigar el claustro… entro al salón de ventas! Recorriendo góndolas, me hago de lo que necesito, mi ojo clínico me lleva a elegir con cautela la mejor cebolla y los limones más firmes… y finalmente me lleva a menguar la cantidad de productos para ir por una caja rápida y concluir el tramite…
Con cuatro personas delante mío me imagino estar degustando los limones en breve, la paz del hogar y algún intento de cocinar algo para la cena… todo eso me pude imaginar mientras esperaba que la señora que estaba cuatro puestos delante le cuente la historia del agua mineral al cajero… luego le relate como le cuesta conseguir el yogurt ese para el transito lento (san Nicolás necesita bastante de ese… es lentísimo el transito…) y consulta cuatro veces si el flancito se vende de a dos potes o cuatro… es imposible referenciar un capítulo de Los Simpsons… pero es la realidad misma… se ve que Matt Groening compra en el mismo super…
Luego que la señora despeja sus dudas… el yogurt da resultado, y avanza el tránsito de la cola del super… diviso como sigilosamente un joven trata de pasarnos a todos para comprar una gaseosa… primero pregunta cuánto vale… y luego amaga a pagar… y si… sentí como cuando vas en bici, se te sale la cadena, y quedas pedaleando en el aire… me fui y le explique al cajero que el joven se estaba colando… el cajero se disculpó, el joven se ofendió, la gente detrás mío me celebró… y me quedé pensando… desde donde queremos construir una sociedad los argentinos? Nos comimos el cuento de la viveza criolla y pensamos que todos somos capaces de llevar a cabo cualquier acto de espuria índole… aun en la cola del super…
Es innegable que somos así, somos los más vivos… nos creemos los más mejores del mundo mundial… y así nos va… tratando de robarles aunque sea dos minutos a otros… haciendo que todo destino se tuerza a nuestro beneficio… y vamos creyéndonos siempre los más vivos…
Quizás el joven estaba urgido… quizás muchos de los que estaban atrás mío también… pero cansa un poco la viveza criolla… sobre todo un lunes…
Finalmente pude pagar e irme… me olvidé de sellar el maldito ticket (otra vez…) me fume media hora del tránsito sin yogurt y pude llegar a mi casa…