En calle Córdoba al 176, la pasada tormenta descargó toda su furia, alzando sobre el alma de Natalia Pintos y Gabriel Toledo una tristeza sin precedentes. A las 3 de la mañana la furia del viento le levantó el techo de la casa. En ese momento estaban Natalia y sus hijos: un bebe de 6 meses, un nene de 5 años, otro de 9 años y una nena de 13 años. Gabriel es panadero y estaba de noche trabajando, no estaba en casa. Cuando el techo se voló, Natalia envolvió a sus hijos en una manta, y entre el llanto y el temor, corrieron empapados y embarrados a la casa de adelante, a la casa de la madre de Natalia. Su madre los encontró por el camino. El viento no dejó escuchar lo que Natalia le dijo, y se metieron a la casa cuando una rama de un árbol se quebraba en la calle provocando un ruido aterrador. Los niños temblaban y lloraban. La casa quedo al descubierto, sin techo, y todo mojándose por dentro.
A eso de las siete de la mañana, unos vecinos que estaban cortando un árbol caído por calle Lavalle, ven humo y se acercan. Se dan cuenta que la casa de atrás se estaba prendiendo fuego. Sólo pudieron rescatar la garrafa con una cocina. Lo demás se había incendiado todo, no se habían percatado del incendio en la casa de adelante.
La pareja comenzó a construir su casa cuando su primera hija tenía un año, hoy tiene 13 años. Sumado al esfuerzo de la pareja, el padre de Natalia les dio una mano, luego fallese y la pareja continuo levantando la casa más lentamente, pero sin dejar de avanzar. Era una casa humilde, pero era la casa parida del fruto del esfuerzo familiar, los sueños y el amor. Hoy 31 de octubre del año 2018, en víspera de un año nuevo, esa casa construida a medias y con un continuo esfuerzo ya no existe. Esa casa donde crecieron sus hijos, donde los concibieron y crecieron y estudiaron, planearon cómo gastar sus ahorros, festejaron la navidad, recibieron amigos y familiares, esa casa ya no existe. No existe.
El fuego se la devoró, en un instante les disipó los sueños, en unos minutos efímeros como en los que tarda un fósforo en apagarse.
Ahora viven los seis con la madre de Natalia. En una habitación acomodaron dos camas y una cucheta. También viven hermanos de Natalia. Como tantas familias humildes, aparece la esperanza de la donación de ladrillos por parte de un municipio indiferente, que ni siquiera firma un papel para que las promesas no se las lleve el viento. Es inconcebible o al menos resulta paradójico, que en una ciudad donde un ex Intendente, deja su cargo para ocupar la dirección como titular del Instituto de la Vivienda de la provincia de Bs As, el problema de urbanización de barrios carenciados o pobres siga en aumento.
Cuando llamaron a Gabriel que volvió de la panadería, se abrazaron todos en un hondo silencio. Pero se juraron salir adelante. Colchones, camas, heladera y cocina, ya pudieron conseguir gracias a la solidaridad del pueblo nicoleño. Les estaría faltando una cunita para el bebe, un cochecito, un ventilador, una tv, pañales, ropa de niños y niña, zapatillas, pero todo lo que se pueda acercar nada viene demás.
Dejamos un celular para quienes deseen colaborar, gracias. 3364- 061138. Natalia/ 3364-676675 Vanesa.