La postmodernidad resulta una nueva concepción del hombre orientada desde el pensamiento, la influencia de la tecnología y la filosofía de sistemas conceptuales. Se presenta pues ante la educación como filosofía y consecuencia de la sociedad tecnológica. Está inspirada en la obra de Nietzsche, el conocido filósofo alemán.
En medio de esta corriente existe una conflictividad entre la concepción de los valores por la Modernidad y la Postmodernidad.
En el ámbito educativo, la postmodernidad somete a nuestra sociedad al camino intrínseco de la confusión de valores, o al cambio de prioridades en estos. En la actualidad el acceso a la información es más sencillo que en el pasado, tenemos dispositivos que permiten que los chicos accedan al conocimiento de manera rápida y la cantidad de gente con acceso a la información crece en forma exponencial. Esto genera que la tarea del docente se vuelva más cuestionada, dado que tienen que demostrar conocimiento que podría ser juzgado por los alumnos desde muchos puntos de vista, aun cuando esa información no siempre es fidedigna.
Por otra parte, en la vorágine a la que estamos sometidos como sociedad, inmersos en cuestionamientos y opiniones diversas, en gran parte alimentadas por las redes sociales, pasamos también como padres a quitarle autoridad a los docentes, quienes antes eran respetados tanto por padres como alumnos, en cambio hoy el docente ha pasado a ser para el común de la sociedad un simple empleado, perdiendo el rol primario de educador.
En este ámbito se logra que se cuestione desde todos lados a los docentes, y a eso se le suma la potenciación de opiniones fragmentadas, personales y a la vez anónimas de las redes sociales, generando que se llegue a cuestionar hasta el más mínimo detalle, y la gran parte de la sociedad con acceso a información se unge en el derecho de cuestionar los planteos del docente, sin mediar razones o contextualizar los eventos. Así nos horrorizamos si hay un docente que ejerce una educación férrea, y le quitamos autoridad, en los peores casos se llega hasta la violencia por alguna nota a nuestros hijos que disgusta o por la forma que tiene el educador de imponer autoridad alguna.
Esta descalificación de la docencia influye de manera determinante en la línea de pensamiento de los alumnos, llevándolos a hacer un tema de estado cualquier símbolo de autoridad y logrando que los decentes queden inmersos en la incertidumbre de cómo obtener autoridad ante el alumnado, por lo tanto, no podemos juzgar los métodos sin conocer los contextos, y muchas veces estos se ven tergiversados por la confusión de valores de la posmodernidad. Quizás sea momento de dejar a cada uno en el rol que les toca, tratar de juzgar menos a los educadores y enaltecer el rol social que llevan. No es una tarea fácil la docencia, y menos si como padres estamos todo el tiempo descalificándolos, porque en definitiva, el docente debe complementar la educación recibida en casa, corregirla y aumentarla.
Quizás sea hora de que todos seamos más docentes y menos jueces…
BELEN GORVALAN GENOUD