22/10/2022 La economía argentina lleva siete meses consecutivos con inflación por encima del 5% y todo indica que los tres meses restantes cerrarán un año por el mismo sendero. El nivel de remarcaciones ya naturalizó aumentos cercanos al 2% semanal, incluso durante los últimos meses en los que se verificó cierta estabilidad de las variables macroeconómicas. En este contexto emerge el interrogante sobre cuáles son los motivos que justifican semejante nivel de aumentos.
Los datos más preocupantes tienen que ver con los incesantes ajustes en la canasta alimentaria. Según los datos de septiembre la inflación de alimentos fue del 6,7%, y si bien no fue el rubro más alto, sí se mantiene como el de mayor incidencia para el bolsillo de los argentinos.
Parte de esas remarcaciones pueden justificarse a partir de cuestiones estacionales, o de ajustes en los combustibles que pudieron haber presionado sobre la variable logística. Difícilmente pueda aplicarse la misma lógica con tarifas que sufrieron aumentos leves previo a la segmentación, ni mucho menos con los denominados costos laborales, en un año donde el promedio salarial evolucionó siempre detrás de la inflación.
Para algunos casos, ni siquiera la evolución del dólar blue fue parámetro suficiente para intentar cubrir sus costos. Desde el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) analizaron el valor de una serie de productos de primera necesidad y trazaron un paralelo con el desempeño de la divisa paralela, tomando como referencia el mes de junio, semanas previas a la salida de Martín Guzmán del Ministerio de Economía.
Vale aclarar que el gráfico pone como escala de referencia el valor 100 para empezar a seguir la evolución, tanto de precios como del tipo de cambio informal. En todos los casos los productos terminaron superando el aumento del dólar blue, con una disparada posterior a julio, y con la particularidad de que ningún artículo cedió, como sí lo hizo en un momento la divisa paralela.
La leve caída que muestran los gráficos a partir de agosto, responde en buena medida a la llegada de Sergio Massa y la relativa estabilización de las variables. Pese a esto, y tal como muestra el estudio de Celag, las remarcaciones continuaron a la orden del día, e incluso consolidaron una nueva lógica de ajustes semanales.
Según el monitor de precios en grandes supermercados que elabora el Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso), la inflación semanal viene siendo del 2%, en promedio. Pero hay casos particulares, más específicamente alimentos, que en ese mismo registro temporal marcaron aumentos de hasta el 8%, como fue el caso de los huevos en la última semana, o del 6,3% como sucedió con la yerba.
Justificativos
Desde el sector empresarial plantean que la restricción a las importaciones fue uno de los motivos que presionó aún más sobre los precios. Según sostienen, las dificultades para pagar al exterior e incluso la falta de referencia en moneda oficial, hizo que muchos tomen el blue como parámetro para operaciones por capital de trabajo o productos terminados. Lo cierto es que esa variable tampoco llega a justificar el nivel de aumentos, tal como detalla el paralelismo que elaboró Celag, entre el blue y productos básicos.
Los incrementos tampoco parecen estar justificados por una carga importante de los costos laborales, ni mucho menos. El último dato del Indec sobre generación de ingreso, exhibió la consolidación de un esquema de distribución favorable a los empresarios, en detrimento de los trabajadores.
Ese análisis trimestral exhibe una radiografía de la composición del Producto Bruto Interno, en el cual queda de manifiesto cuanto se llevan los trabajadores y cuanto los empresarios. La última foto relevó un 41,7% vs un 49,2% respectivamente, el resto de la torta responde a ingresos mixtos e impuestos.
Lo elocuente de esos dos porcentajes, es que en los últimos años se invirtieron notablemente. A fines de 2015, los trabajadores acaparaban el 54,2% y los empresarios el 42,2%. Si bien después de la pandemia hubo un crecimiento del empleo, y baja de la desocupación, buena parte de esa mejora tiene que ver con trabajo no registrado y mal pago.
En paralelo a este fenómeno y a las dificultades que atravesó la economía durante los últimos meses, las firmas más importantes del país obtuvieron niveles de facturación que se perfilan para superar cómodamente los del 2021.
Un informe reciente del Centro de Economía Política Argentina (Cepa) detalló que los balances de grandes empresas como Ledesma, Aluar, Molinos Río de la Plata y Arcor, la red de supermercados La Anónima, el multimedio Clarín, la fabricante de chapa de acero Ternium Siderar y las petroleras Pan American Energy (PAE) y Tecpetrol, registraron sustanciales mejoras respecto a años anteriores.
Desde el centro de estudios remarcaron que las ventas de Ledesma, Aluar, Molinos Río de la Plata y Arcor (responsables de la inflación de los productos comparados con la evolución del blue) “ascienden a US$ 5.400 millones para todo el 2021 y en el período parcial de 2022 (un aproximado de seis meses), ascienden a US$ 4.150 millones, sólo 23% menos”.
En simultáneo al boom de ganancias, las cuatro empresas mencionadas tuvieron la posibilidad de reducir su costo laboral. Mientras el promedio parcial sobre las ventas para 2022 es del 17,8%, en 2021 era del 16,7%.
En un período de alta inflación, los datos exponen que el fenómeno generó un importante deterioro en el poder adquisitivo del salario, mientras que las firmas más importantes del país, entre ellas alimenticias, obtuvieron ganancias exponenciales y consolidaron una distribución de los ingresos favorable a los empresarios.