¿Dónde estará el secreto para que una serie alcance el grado de “adictiva”? ¿Cuáles son los condimentos que hacen pasible de devorarse esa ficción en pocos días? ¿Quién puede escribir esa receta?
La serie “Ozark” fue puesta en circulación durante este año por la plataforma emblema del streaming, Netflix, es una creación de Bill Dubuque y está protagonizada por Jason Bateman y Laura Linney. Fueron diez capítulos que recibieron muy buena aceptación de la crítica y de los espectadores, por eso es que ya se ha asegurado una segunda temporada.
¿Que hace de “Ozark” una serie con mucho potencial para imponer su adictividad entre los que la hemos visto? Muchos han trazado un paralelo con “Breaking Bad”, la maravillosa creación de Vince Gilligan, y si bien son productos diferentes, pueden establecerse ingredientes comunes, a saber:
1: Transcurre fuera de las grandes ciudades estadounidenses. El Albuquerque de Walter White es en este caso la zona del Lago Ozark, en Missouri. El interior maneja otro ritmo de vida en el país del norte (como en cualquiera del planeta) y eso se presta para que una ficción pueda progresar sin tanta vertiginosidad citadina alrededor.
2:Así como en Breaking Bad el inolvidable Walter White comienza desde el primer capítulo una espiral delicitiva y violenta que siempre va hacia adelante, in crescendo, y no se mitiga jamás hasta el final, el Marty Byrde de Ozark es un contador que desde el primer capítulo se ve acosado por la situación y huye siempre hacia adelante. Aunque en vez de una violencia lisa y llana como la del profesor de Química, hasta el momento Marty Byrde apela a su inteligencia, a su discurso, a sus poder de convencimiento, a su inventiva en materia de negocios y en algunas ocasiones (por lo menos hasta ahora) a una violencia ejercida por otros.
3: El componente familiar. Si bien Skyler y Walter Junior no estaban de entrada al tanto de las actividades del hombre de la casa, Wendy (excelente Laura Linney) y sus dos hijos (Charlotte y Jonah) conocen todo desde un comienzo. Pero en ambas series ese núcleo familiar juega un papel clave en las decisiones y acciones del personaje de Bateman (como Bryan Cranston, con antecedentes de actuaciones más ligadas a la comedia, otra semejanza).
4: Pasan cosas. En ambas, si hay algo que no puede ocurrir en ningún capítulo, es que la ficción entre en una meseta y el espectador se aburra. En Ozark, quizá con un ritmo más calmo que en la vertiginosa Breaking Bad, lo que puede tener que ver con cierto rasgo bucólico del entorno. Pero siempre hay tensión en el relato. Todos los personajes tienen aristas que pueden desatar conflictos en cualquier momento. Particularmente en Ozark hay cuestiones de fondo que incluso tienen que ver con la propiedad de la tierra, un rasgo propio del western que llevado a la modernidad le da un condimento especial.
5: La selección musical. Más ecléctica en Breaking Bad, en Ozark se apela más a bandas contemporáneas como Radiohead, The Black Angels y hasta los mismos Rolling Stones. Pero en las dos la música origina una empatía más directa con el espectador, con canciones más ligadas a la memoria colectiva.
En definitiva, Ozark tiene mucho de esas series que llevan a una persona a mirar capítulos de una manera voraz, y que producen que cuando el espectador hace un impasse entre capítulo y capítulo para ir en busca de una cerveza, salga a la calle y sienta que en vez de a su ciudad, ha salido a la ciudad de esa serie y le pueda parecer que ese auto que viene allí es el Pontiac Aztek de Walter White con el parabrisas roto, o en este caso el casi desvencijado auto en el que se desplaza Marty Byrde. O sea, Ozark tiene eso de Breaking Bad, eso de Game of Thrones, eso de Lost, eso de Los Soprano, y de otras tantas buenas series: genera clima. Lo que permite al espectador evadirse un rato de su propia realidad.