Elvis, el que nació en Tupelo, Misisipi. El que llegó al mundo el 8 de enero de 1935, junto a su hermano gemelo Jesse, que no sobrevivió al parto. El del segundo nombre tan particular que diseminó por el mundo en su honor, ya sea en personas o mascotas: Aaron. Elvis, el que muchos definieron como “el blanco que cantaba como un negro”, por su crianza en el ambiente religioso negro de Tupelo, adaptando su voz prodigiosa tan a medida del blues, del country, hasta del gospel.
Elvis, el que generó una industria del turismo en su amado Menphis. El que inspiró películas, el que visitó a Nixon, el que imitaron tantos, el que nadie igualó jamás. Elvis, el que versionó canciones inolvidables, superando las versiones originales. Elvis, el que levantaba suspiros, el que entraba al ritmo de “Así habló Zaratustra”, para empezar el show con su inolvidable recreación de “See See Rider”, un viejo blues que rescató del olvido para hacerlo leyenda.
Elvis, el Rey, el único. El que inspiró a tantos otros, entre ellos a los Beatles. El que murió un 16 de agosto de 1977 en Graceland, su mansión de Menphis. El que se convirtió en leyenda con sólo 42 años. Elvis, el que muchos aun insisten en considerar vivo. Por supuesto, claro que está vivo. No hay manera que muera su voz, su estilo, su impronta, su ritmo, su carisma. Elvis está vivo, y está hoy en nuestra FONOLA en tres enlaces: un documental en español sobre su vida, su carrera y su final, su último recital en Indianápolis y una selección que resume lo mejor de su música, de esas canciones que lo eternizan en la memoria del universo. Ese universo que él mismo hizo mejor con sólo empuñar su guitarra y soltar su voz. Pasen, vean y escuchen…
