11/09/2022 Laureado en el rincón del mundo donde nació el básquetbol. Leyenda entre leyendas. Emanuel David Ginóbili dio el último gran salto que se puede lograr hacia la eternidad.
A los 45 años. Retirado en 2018, consiguió este brinco hacia la perpetuidad en, apenas, su primera “opción como elegible”, ganándose la aprobación del exigente comité del Naismith Memorial Basketball Hall of Fame. El bahiense, junto con otros doce protagonistas de la clase 2022 (como por ejemplo Tim Hardaway y el entrenador George Karl), llegaron a lo máximo, donde también se encuentran Michael Jordan, Larry Bird, Magic Johnson, Shaquille O’Neal y Scottie Pippen, entre tantos otros.
Ginóbili es el primer argentino en conseguirlo, claro, pero lejos de ensalzar sus logros individuales, su mensaje fue claro: no hubiera llegado tan alto sin el sostén de sus compañeros. No se hubiera convertido en un superhéroe con musculosa sin la inteligencia y la pasión de sus equipos de la Generación Dorada, de San Antonio Spurs, de Kinder Bolonia, de Reggio Calabria, de Estudiantes de Bahía Blanca, de Andino de La Rioja. El impulso fue personal, pero el contagio fue colectivo. Y así lo expuso en una noche muy especial.
Habló en inglés, agradeció, se emocionó, aunque contenido, seguro del papel que ocupaba. Más tarde, cuando dejó atrás la leyenda deportiva, la NBA, los cracks que brillaron a su lado, el aura de la Generación Dorada, apuntó a su círculo íntimo. Se permitió hablar en español, miró a los ojos a sus hijos, a su mujer. Y se largó a llorar.
“A mis hermanos, gracias por aclararme el camino. Gracias por la inspiración, por reflejarme el camino, yo de chiquito quería ser como ustedes. Ehhhh, papá (se pone nervioso por única vez, se frota la nariz, una ovación lo gratifica) cómo me hubiese gustado que estuvieras acá. Y que puedas entender lo que está pasando hoy. Mi primer fiel y más grande seguidor, te extraño mucho viejito...”.
Jorge, el padre, conocido como Yuyo, atraviesa un momento delicado de salud, por eso no pudo acompañarlo en el gran acontecimiento de su vida, más allá del campo de juego. Está en Bahía Blanca. Manu estuvo acompañado por Leandro, su hermano, su mujer y sus hijos.
Siguieron los logros. Dentro y fuera de la cancha. Y Manu, a la distancia, se conmovió, como nunca antes.