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El supremo ser querido

Pocos individuos en la existencia universal han logrado que sus apellidos se transformen en adjetivos. Habría que hacer un estudio quizá más exhaustivo, pero uno no quiere tomarse ese trabajo en tiempos de la inmediatez (y la fugacidad) de la palabra.

Excluidos los casos en los que la utilización del apellido lleva a la designación de los sustantivos derivados de los “ismos” (leninista, marxista, trotskista, stalinista, peronista), se me ocurren un puñado de apellidos que sirven para adjetivar (¿apellidos calificativos?).

Son aquellos seres que debido a sus desempeños en el campo de la vida en que se han manifestado, han dejado una huella tan imborrable, un sendero tan particular, y un matiz tan identificable precisa y únicamente con ellos, que los distintos idiomas han sabido acomodar entre sus vocablos a esos apellidos transformados en calificativos.

Así hoy cuando se quiere describir algo absurdamente complicado, extraño, irreal, extremadamente burocrático, plagado de obstáculos, muchos utilizan el adjetivo “kafkiano”. Por Franz Kafka, claro, el autor de “La Metamorfosis”, “El Proceso” y otras creaciones inverosímiles, irreales, “kafkianas”.

Es el caso, por ejemplo, de Federico Fellini, el notable cineasta italiano. Creador de memorables obras maestras, esas que hicieron que hoy determinadas cosas, situaciones o circunstancias, merezcan el adjetivo de… FELLINESCO.

O es también el caso del notable escritor argentino (1899-1986), que creó un mundo fantástico, metafísico y totalmente subjetivo. Un universo con su sello distintivo. Amado u odiado casi de igual manera, eligió morir en Suiza. Ciego desde los 55 años, también se cegó a grandes pasiones de los argentinos como el fútbol, el tango y el peronismo. El candidato al Nobel que nunca lo recibiría. El amigo de Bioy Casares (escribían juntos bajo el seudónimo Bustos Domecq). El agnóstico a veces y ateo en otras, que por pedido de su madre rezaba un Ave María antes de dormir. Contradictorio, argentino, BORGIANO.

“Que imita o es parecido al estilo del famoso cómico Charles Chaplin”. Hijo de artistas, padre de artistas y espejo para miles de artistas. Su nombre es sinónimo de cine: actor, director, guionista, productor, músico. Y es sinónimo de humor, de simpatía, de gracia pintoresca (con un toque nostálgico también). Un gag, una manera de caminar, un bastón, un sombrero, un moño, etc., pueden ser fácilmente descriptos bajo el mote de CHAPLINESCO.

Kafkiano, fellinesco, borgiano, chaplinesco y… MARADONIANO.

Una jugada en la que el futbolista (ilustración aplicable también a otros deportes) deja en el camino a varios rivales para culminar su trayecto en la consumación de un gol (o quizás no, eso no es indispensable), es sin dudas una jugada MARADONIANA.

Una respuesta mordaz, un retruque pícaro y criollo para devolver un comentario insidioso, una conjunción de palabras que grafican de modo elocuente y provisto de indubitable argentinidad, será una frase MARADONIANA (sobre todo si es citando textualmente al propio Diego).

Y así podrán ser adjetivadas con el apellido Maradona una manera de bailar, un tatuaje, un modo de hablar, un precalentamiento como el de la película “Héroes”, una forma de jurar por los hijos, una camisa exótica o llegar al lugar de trabajo en camión. Todo lo que hizo, hace y hará tendrá su sello, y por ende podrá ser calificado con su apellido como estructura etimológica.

Pero a diferencia de los otros cuatro ejemplos citados, el calificativo MARADONIANO también puede caber (y vaya si lo hace) para englobar el “ismo” (la categoría de ser partidario de alguien). Porque no hace falta ser “maradonista”. Con calificarse de MARADONIANO alcanza para entender que uno es partidario de él, adepto a él, seguidor de él. Agradecido a él.

Los que no lo quieren deberían entender que hay fuerzas que se equiparan. Por cada mínimo arresto de odio, desprecio y censura que algún terráqueo le destine, quienes lo amamos daremos inmediatamente ese paso en el sentido contrario para balancear otra vez el cariño interminable que le profesamos. Ese es el trabajo que nos toca, y que con gusto hacemos diariamente, nosotros, los MARADONIANOS.

Ah, feliz cumpleaños, Diego querido…

Pablo Rozadilla

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