Si bien la serie creada por Matthew Weiner se estrenó en 2007 y llegó a su último capítulo (el número 92) en 2015, nunca es tarde para verla. Está disponible en las plataformas habituales de streaming (por lo menos hasta el momento de escribir esta nota).
Luego de ver las siete temporadas en menos de un mes (algo no recomendable, ya que genera distorsiones en la sociabilidad de una persona), se me ocurren enumerar diez razones por las cuales aquellos interesados en conocer esta serie -considerada por numerosos especialistas como una de las mejores de todos los tiempos-, pueden decidirse por verla.
La ambientación: transcurre en la década del 60, y desde la textura de la imagen eso ya se advierte claramente. Vestuario, escenografía, escenarios naturales, automóviles, artículos, marcas mencionadas, y todo lo visual que pueda incluirse en el concepto “ambientación”, trasladan al espectador en esa década tan especial.
- La contextualización: los episodios que marcaron los años 60 (fundamentalmente en Estados Unidos, pero con referencias internacionales también), forman parte de la trama. Sucesos como el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, el de Martin Luther King, la llegada del hombre a la Luna y tantos otros acontecimientos que convulsionaron al mundo en aquella década cargada de historia, están integrados al guión con maestría. No hay referencias burdas y desconectadas del argumento de la serie, siempre el suceso juega dentro del contexto de los personajes.
- La historia personal del personaje central: el publicista Don Draper, que usurpó la identidad de un oficial en la Guerra de Corea, a la que fue como voluntario. A partir de ahí, se va desgranando su historia personal con flashbacks a su infancia y adolescencia, permitiendo al espectador ir delineando el perfil de su carácter contradictorio, narcisista, mujeriego, atormentado, pero profundamente inteligente, creativo y persuasivo.
- La actuación de Jon Hamm: los fanáticos de Breaking Bad lo conocimos a este actor nacido en San Luis, Missouri, de tanto verlo en la platea de los premios Emmy, aplaudiendo año tras año a Bryan Cranston. Pero al cabo de los 92 capítulos se puede ver que sin dudas construyó un personaje memorable, el cual no por casualidad pegó tanto en la gente. Y en la última temporada el Emmy le llegó merecidamente a él también, quizá premiando su labor conjunta en todas las temporadas.
- La actuación de Elizabeth Moss, en la piel de Peggy Olson: el mejor personaje femenino de la serie, y sin dudas uno de los más importantes entre los coprotagonistas. La evolución de su historia personal en la trama marca su paso de secretaria a redactora, y luego a jefa de redactores. Su trayecto en el guión la muestra, como a todos los personajes, con virtudes y miserias. Porque si hay algo que falta en la lista de personajes de Mad Men, son inmaculados, buenos por esencia en todos sus actos, sin errores o con tendencia a redimirlos.
- Las frases: con googlear “Mad Men frases” se pueden encontrar de a cientos. Rescato una que no encontré en esas recopilaciones de la web (a lo mejor porque no la busqué bien). El padrastro del protagonista regenteaba un prostíbulo, al cual llega un día un predicador, quien pretendía rescatar de ese lugar a las meretrices. El padrastro del protagonista lo saca a empujones y le larga una frase extraordinaria: “No le digo que se vaya al infierno porque no tengo ganas de encontrarme de nuevo con usted”. Genial.
- La parodia de “Bye Bye Birdie” (Ann-Margret inolvidable) para la publicidad de una bebida dietética.
- Permite un análisis comparativo de la evolución de la situación de la mujer, y su inserción tanto en la sociedad como en el mercado laboral. Se podrá ver (como también en el caso de las personas de raza negra), que algo se ha avanzado, pero no mucho. Ni en Estados Unidos ni en el resto del planeta, lamentablemente.
- El monólogo de un empresario en el retiro espiritual: agregar algo sería spoiler, sólo se puede decir que conmueve.
- El final: durante todo el visionado de la serie surge la tentación de googlearlo. Es mejor contenerse. Se disfruta más si se llega a ese final como corresponde, capítulo a capítulo.
El mundo de la publicidad es el argumento de fondo, pero dentro de ese mundo conviven otros temas como el machismo, el sexismo, el alcoholismo, el tabaquismo (es posible que al ver un capítulo el espectador termine con olor a cigarrillo en la ropa), la crueldad en el ámbito laboral, la homofobia, el racismo. En fin, hay para elegir. Pero después de verla se entiende perfectamente porqué Mad Men ya está considerada un clásico.
Pablo Rozadilla