La ciudad natal de Cristóbal Colón fue el escenario para el final del romance entre Diego y Nápoles. Allí, en el Estadio Luigi Ferraris, ante 35.000 espectadores, sin saberlo, Maradona jugaría su último partido con la casaca celeste. Aunque en realidad fue con una casaca roja de carácter alternativo. El último partido en el que lució la tradicional napolitana había sido una semana antes, la fatídica tarde del 17 de marzo de 1991, en la victoria del equipo de Alberto Bigon por 1 a 0 con gol de Gianfranco Zola. Después de ese encuentro al Diez le tocaría el control antidoping, de cuyo resultado positivo el mundo del fútbol se enteraría con posterioridad a la derrota ante la Sampdoria por 4 a 1, último partido de Diego -con último gol incluido- jugando para el Nápoli.
Primer acto
Por la vigésima quinta fecha de la Serie A, el Nápoli le ganó al Bari por 1 a 0, gol de Zola, protegido de Diego. El partido no dejaría mucho para la historia, a no ser por un hecho que ocurriría en los vestuarios. Maradona fue sorteado para someterse al control antidoping. Al enterarse del sorteo, la mente del zurdo argentino no tardó mucho en viajar imaginariamente hacia una mirada: la de Antonio Matarrese, mandamás del Calcio, que luego de la victoria del seleccionado argentino sobre Italia en semifinales del Mundial 1990, fulminó al capitán del equipo de Bilardo con una mirada que el propio Diego calificó como “mirada mafiosa, sin bronca y sin amargura, con sed de venganza“.
El positivo salió a la luz después de la fecha siguiente, y le valió al número 10 una suspensión de 15 meses, aun cuando está demostrado que la sustancia encontrada en su organismo no sirve como estimulante deportivo. En fin, esa es una historia conocida.
Segundo acto
El Nápoli viaja a Genóva para jugar contra la Sampdoria por la vigésimo sexta fecha del campeonato italiano. Dos rivales que se habían enfrentado doce días antes en el partido de ida por la semifinal de la Copa Italia edición 1990/91, con victoria napolitana por 1 a 0, gol de Maradona. La revancha sería el 3 de abril, ya sin Diego en la cancha producto de la suspensión, y la Sampdoria daría vuelta la serie ganando por 2 a 0, accediendo a la final que luego perdería ante la Roma.
Nadie suponía que el partido Sampdoria-Nápoli del 2 de marzo de 1991 significaría la despedida de Maradona jugando para el equipo del sur de Italia. No lo suponía ni Diego, ni sus compañeros, ni los tifosi de uno y otro lado, ni nadie. Quizá Matarrese lo sabía en su fuero íntimo.
Tercer y último acto
El 24 de marzo de 1991, con arbitraje del turinés Alfredo Trentalange, ante 35.000 asistentes en el Luigi Ferraris, el local Sampdoria, dirigido técnicamente por el serbio Vujadin Boskov, alistó a Gianluca Pagliuca: Moreno Mannini, Marco Lanna, Pietro Vierchowood y Giovanni Invernizzi: Fausto Pari, Giuseppe Dossena (Ivano Bonetti), el brasileño Toninho Cerezo y Atilio Lombardo: Gianluca Vialli y Roberto Mancini (Aleksev Mikhaylichenko). Por su parte, el Nápoli conducido por Alberto Bigon formó con Giovanni Galli: Giovanni Franchini, Iván Rizzardi, Alessandro Renica y Giancarlo Corradini: Giorgio Venturín, Massimo Crippa, Massimo Mauro y Diego Armando Maradona: Careca y Gianfranco Zola.
El amplio dominio de la Sampdoria se vio reflejado en la red. A los 12′ abrió la cuenta Toninho Cerezo, aumentando Gianluca Vialli a los 19. En el segundo período, a los 64′ otra vez un imparable Vialli estiraba la ventaja: 3 a 0. A los 75 hay un penal para el visitante: el capitán número 10 coloca el zurdazo a la izquierda de Pagliuca que no llega. Descuento sin festejo y con absoluta ignorancia que se trata del último gol convertido para su amado Nápoli. Un rato más tarde Careca roba una pelota en ataque y toca para Diego que elude al arquero y marca con pierna derecha. El línea levanta su bandera y el gol es anulado. A los 85′ Atilio Lombardo cierra el score estampando el 4 a 1 definitivo. Dos meses después la Sampdoria festejaría el único scudetto de su historia.
Fue el último acto de Maradona jugando para el Nápoli. El actual entrenador de la selección azzurra, Roberto Mancini, guarda como un preciado tesoro aquella camiseta roja número 10 que intercambió con Diego al final del partido. Y además guarda el mejor de los recuerdos sobre Diego: el año anterior, el 18 de noviembre de 1990, los genoveses se impusieron por 4 a 1 en el San Paolo y el argentino se acercó al vestuario visitante para felicitar a sus contrincantes: “Felicitó a todos porque era un verdadero campeón, que sabía reconocer el valor de sus oponentes“, contó recientemente Mancini.
Entre 1984 y 1991, hasta que se fue del club, ganó dos Scudettos (1986/87 y 1989/90), una Copa de Italia (1987) y una Supercopa de Italia (1990), además de la Copa UEFA en 1988/89. Marcó 115 goles en 259 partidos. En Génova -ciudad de donde eran oriundos los primeros habitantes del Barrio de La Boca-, a 700 kilómetros de Nápoles, Maradona gastó su último esfuerzo defendiendo los colores de un club que más que un club es una ciudad. Una ciudad que supo venerarlo en los años de gloria, acentuó la devoción en los años posteriores, lo sigue haciendo hoy y lo hará por siempre…