01.05.2020 Los “Mártires de Chicago” lucharon para que hoy tengamos las 8 horas de trabajo
Si bien en 1968 el presidente estadounidense Andrew Johnson convirtió en ley que la jornada laboral fuese de 8 horas diaria, luego de los reclamos de un grupo de sindicalistas, ya que la mayoría de los trabajadores tenían jornadas de 16 horas. Algunas ciudades fueron reacias a aplicar esta norma, entre ellas, Chicago, epicentro de la industrialización por el desarrollo del ferrocarril.
Ante este negativa, el 1 de mayo de 1986 un grupo de sindicalistas anarquistas realizó una manifestación pacífica en Haymarket Square. Sin embargo, un desconocido lanzó una bomba a quienes intentaban detener esta manifestación, provocando la muerte de varios policías.
Este hecho, que se denominó “La Revuelta de Haymarket”, terminó con 31 de los trabajadores acusados, cinco de ellos condenados a la horca y tres a prisión.
Estas ocho personas se convirtieron en los “Mártires de Chicago”, quienes lograron con su lucha la reducción del horario laboral a ocho horas diarias. En 1889, en París, fue instaurado el 1 de mayo como el “Día del Trabajador”.
Los “Mártires de Chicago” y sus últimas palabras
George Engel: alemán que emigró a EE.UU. en 1873. Tipógrafo y periodista.
“Es la primera vez que comparezco ante un Tribunal americano y en él se me acusa de asesinato. ¿Y por qué razón estoy aquí? ¿Por qué razón se me acusa de asesino? Por la misma razón que tuve que abandonar Alemania, por la pobreza, por la miseria de la clase trabajadora.
Adolf Fischer: alemán, periodista.
“No hablaré mucho, solamente tengo que protestar contra la pena de muerte que me imponéis, porque no he cometido crimen alguno (…) pero si yo he de ser ahorcado por profesar mis ideas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo nada que objetar”.
Samuel Fielden: pastor metodista y obrero textil.
“Se me acusa de excitar las pasiones, se me acusa de incendiario porque he afirmado que la sociedad actual degrada al hombre hasta reducirlo a la categoría de animal. ¡Andad! Id a la cada de los pobres y los vereís amontonados en el menor espacio posible, respirando una atmósfera infernal de enfermedad y muerte.
Albert Parson: ex candidato a la presidencia de Estados Unidos.
“¿Creéis señores que cuando nuestros cadáveres hayan sido arrojados a la fosa se habrá acabado todo? ¿Creéis que la guerra social se acabará estrangulándonos barbaramente? ¡Ah, no! Sobre vuestro veredicto quedará el del pueblo americano y el del mundo entero, para demostraros vuestra injusticia y las injusticias sociales que nos llevan al cadalso”.
Louis Lingg: el único de los acusados dispuesto a usar a métodos terrorista, experto en bombas y carpinteros
“Me acusáis de despreciar la ley y el orden, ¿Y qué significa la ley y el orden? Sus representante son los policías y entre éstos hay muchos ladrones (…) Yo repito que soy enemigo del orden actual y repito que lo combatiré con todas mis fuerzas mientras respire”.
Michael Schawab: alemán, tipógrafo
“Si nosotros calláramos hablarían hasta las piedras. Todos los días se comenten asesinatos, niños son sacrificados inhumanamente, las mujeres perecen a fuerza de trabajar y los hombre mueren lentamente, consumidos por su rudas faenas y no he visto jamás que las leyes castiguen los crímenes”.
August Spies: director del diario socialista Arbeiter-Zeitung
“Se me acusa de complicidad en un asesinato, se me condena a pesar de que el Ministerio Público no ha representado prueba alguna de que yo conozca al que arrojó la bomba, ni siquiera de que en tal asunto haya tenido yo la menor intervención”.
Oscar Neebe: vendedor de levaduras que desde joven trabajó a favor de los desheredados
“Durante los últimos días he podido aprender lo que es la ley, pues antes no sabía. Yo ignoraba que pudiera estar convicto de un crimen por conocer a Spies, Fielden y Parsons”.