CRÓNICA DE UNA PRIMARIA ANUNCIADA
13.08.2019 Cambiemos llegó al poder luego de una gran batalla mediática enfrentando a un gobierno ya desgastado por 12 años de gestión, en el que los desencuentros, desavenencias y ambiciones, potenciaron una implacable y sostenida estigmatización de sus principales funcionarios, que en su último tramo no lograron encontrar solución a problemas que parecían perennes. Apalancado a su vez, en un apoyo implacable de medios hegemónicos, corporaciones financieras, el gobierno de Estados Unidos y una justicia que adquirió protagonismo dándole curso a denuncias de corrupción que, simbólicamente se coronaron con los bolsos de López.
Lo mismo en la provincia de Buenos Aires, donde el candidato oficial Aníbal Fernández, pago carísimo su soberbia y bravuconadas verbales, con el castigo tanto de propios como extraños…. Aunque paradójicamente, hasta hoy, ninguna de las denuncias en su contra ha logrado encontrar valor probatorio.
Con este panorama Cambiemos rápidamente logró inclinar la cancha a su favor apelando a valores post materiales con falsas promesas de campaña que resultaron cantos de sirena para una población manipulada por un bombardeo mediático sin igual. Se aseguró estratégicamente el voto de confianza a una nueva fuerza política “moderna, justiciera y cosmopolita”.
Así bajo el mosaico de figuras estéticamente producidas, que conformaron un espacio de derecha moderna y amigable, se logró rápidamente hacer sinapsis hacia sectores de clase media con aspiraciones de movilidad social que lo asimilaran a sus pares sociales de capitales europeas o estadounidenses (lo que Feinmann denomina “la tragedia argentina”, que “aspira ser lo que no puede”).
Con el terreno fértil para el aterrizaje de políticas utilitaristas, nuevamente el modelo neoliberal de acumulación logró apoderase de las políticas económicas, a pesar de toda su historia de fracaso en la práctica de la disciplina económica, sobre todo en América Latina.
Rápidamente se volvieron a implementar todas las recetas de dicho modelo: tipo de cambio libre, liberación de flujos financieros y apertura comercial indiscriminada; dolarización de tarifas de servicios públicos, endeudamiento externo; recorte del gasto público y privilegio para el pago de obligaciones provenientes de deuda externa, entre otros… quedando pendientes aún la reforma laboral y tributaria.
Sin embargo, tal castillo de naipes, fruto de la ineptitud, soberbia y mala praxis, se derrumbó el país de maravillas que se había prometido. Lo que era obvio, sucedió y lo que se denunciaba como campaña del miedo, resultó un pronóstico perfecto. Hoy en día los resultados que el gobierno tiene para exhibir, luego de casi un mandato completo, demuestran un claro retroceso social de los sectores medios y bajos: incremento de la pobreza y desocupación; cierre de fábricas y negocios que generan creciente desempleo y ociosidad en capacidad instalada; devaluación con el consecuente traslado a precios y tarifas que ocasiona la inflación más alta en últimas tres décadas; apagón del consumo interno; pérdida de salario real; desbalance comercial; fuga de capitales y endeudamiento récord en cantidad y tiempo comprometido.
Como mencionamos antes, quienes más lo sufren son los pobres y desocupados; como así también los jubilados, asalariados y beneficiarios de programas sociales que ven cómo día a día se reduce su poder adquisitivo real. El creciente desempleo profundiza la crisis social. Las altas tasas de interés, la caída del consumo interno y la apertura importadora es un combo totalmente destructivo de la industria local, más si se prolonga en el tiempo, derivando un proceso estanflacionario (recesión con inflación).
Sin embargo, no todos han perdido en estos últimos años: las distribuidoras y comercializadoras de agua, luz y gas (donde los aumentos fueron superiores a la quita de subsidios), el mercado financiero (con un pasamanos especulativo leonino) y los sectores exportadores de productos primarios: (agro, minería y metales básicos, con mano de obra pesificada y ventas dolarizadas) son sectores que han alimentado sustancialmente sus balances, girando inmediatamente sus utilidades al exterior.
Con este panorama, y alimentado por una fuerte restricción externa, el gobierno llegó a las elecciones primarias. Una lectura sincera hubiera advertido claramente el tsunami que se avecinaba, pero la obsecuencia de sus amigos del sector financiero, bancario y empresarial le jugaron el diario de Irigoyen al Presidente. La codicia los pudo y hoy, con una realidad innegable, lo entregan, colérico y alienado, lo que resulta sumamente peligroso para cada uno de nosotros, porque es quien nos debería gobernar hasta el próximo 10 de diciembre.