San Nicolas News

Carolina Ríos Finelli, una herencia que no dejó morir

13.03.2022

Considera que su llegada el teatro no fue una vocación, sino un legado heredado, su bisabuelo fue artista de circo, su abuelo también, su padre fue un artista escénico, comunicador social y gestor de las culturas populares, conocido como “El Gaucho Biónico”. De ahí que Carolina Ríos Finelli, lleva en sus venas el sentir de una artista.


Danzas, Instrumentos, Canto, Patín artístico y por último teatro, como ella misma cuenta, “poseía una inclinación clara de tenacidad en esas áreas que congregaban en un hecho artístico destacable, no por obra del virtuosismo, sino por las horas dedicadas y la pasión que había en cada proyecto. Y así fue que el único lenguaje que me llegó a interpelar realmente, fue el menospreciado teatro. Contado en retrospectiva pareciera que hubiera estado todo preparado de esa manera, en algún punto, me gusta creer que es así: que el teatro podía resumir lo que había sido una vida”.

Carolina, viene de una familia qué apostó al arte y desde su infancia, estuvo ligada a la radio, junto a su padre, donde participo haciendo una publicidad para la emisora local LT 24, tras lo cual vinieron otras intervenciones radiales. De allí pasó a otras radios, en la provincia de Córdoba, con tan solo seis años de edad actuó ante el público bailando y patinando. Pero a los 14 años, fueron sus primeros pasos en el teatro, recuerda con nitidez el arduo viaje, que comenzó con aquellas primeras clases cuenta, “después de los ejercicios introductorios llegó la improvisación, que consistía en viajar en un colectivo. Cosa muy común en cualquier otro lugar, pero no para mis compañeros, o para mí, porque donde vivíamos sólo había colectivos interurbanos y ni siquiera necesitábamos utilizarlos a esa edad. El profe trataba de explicarnos cómo eran las situaciones que rodeaban un viaje en las grandes ciudades, y nosotros tan inocentes y ajenos a esa realidad no pudimos más que tratar de imitar con acciones lo que él nos describía. Esas cosas me sirvieron para entender inicialmente que había que caminar un poco más para estar a la altura de ese arte”.

Cabe mencionar que Carolina, nació en una tradición y legado de artistas, “Teníamos una dinámica de trabajo, sincrónicamente cada uno en lo suyo, confluyendo en el trabajo que encabezaba mi papá como cara visible. Así también era en los viajes, porque si algo hay de pertinente en el oficio del artista es la movilidad. Cada ciudad era una escena diferente: compartiendo momentos, obispos, pastores y políticos. Si hay un oficio que permite sentarte a la mesa de cualquier clase social, definitivamente es la de artista”.
Con esta postura Carolina, se fue afianzando cada vez en esta disciplina y pasó a ser indiscutiblemente una mujer de teatro, dónde tuvo una notoria actuación dentro de diversos proyecto, cabe destacar el denominado, “El teatro y la historia”, en la obra “Una mujercita vestida de negro”, con texto de Susana Tale, la cual narra las peripecias de una joven anarquista, involucrada en el asesinato de Ramón Falcón, en manos de Simón Radowitzky.


En cuanto al teatro en la ciudad Carolina o Caro, cómo la llaman sus compañeros y amigos sostiene, “Nuestra ciudad tiene un alto componente de amantes del teatro, cuestión que en mí criterio, posee un correlato histórico que podríamos decir comienza con la construcción del Teatro Municipal, un teatro hecho con los aportes ciudadanos, en búsqueda de satisfacer la necesidad de contar con un espacio, que contuviera la vida cultural y social. Esos deseos perduraron en el tiempo y fueron sostenidos por distintos representantes de las artes, que contagiaron ese espíritu de generación en generación, por todo esto, creo que somos inevitablemente teatreros,  aunque a veces nos cueste encontrarnos unos u otros de este  lado del escenario”.
De todas maneras aconseja a los más jóvenes, “Que vean mucho teatro, entrenen, lean, escriban, lean, entrenen, aprendan otras artes, lean (sí es la tercera vez), que hagan y se animen a fallar tantas veces como sean necesarias para encontrarse, y aun así entender que es un ciclo constante entre nutrirse y volcar la experiencia en escena más allá de los resultados mediatos. Que cada NO que les digan en el camino, es una posibilidad de mejorar y que la constancia tiene resultados”.
De sus actuaciones considera que haber actuado en la Sala María Guerrero, fue el que más le llenó  y cubrió sus expectativas dentro de una proyecto del Teatro Nacional Cervantes.
Todas sus experiencias artísticas, le han valido para sostener y gestionar su propio Centro Cultural Casa Lila, durante 3 años a base de autogestión, “es lo que más me ha enseñado sobre la gestión cultural, más que lo que estudié en la facultad sobre el tema. Me enseñó sobre los límites, lo que quiero hacer, lo que ya no permito que suceda, saber esperar, saber disfrutar y sobre todo: la satisfacción de haber podido aplicar con errores y aciertos tanta teoría, como práctica transitada, en un caso concreto donde sucedieron momentos exquisitamente únicos”.

 

 

 

 

 

 

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