21.08.2018 Se ingresa por un pasillo oscuro, corto pero oscuro, al fondo se ve luz y una cortina que vuela, improvisada por puerta. Lo que la gente llama “la pensión” es una sucesión de habitaciones bajas, separadas por un pasillo interno. Esa luz del fondo que ahora nos empapa, es apenas una luz mortecina, el piso es desparejo, las paredes laterales de las habitaciones están descascaradas y de un color gastado (en la oscuridad parecen verdes) Lo que antes era una galería de descanso, está repleta de objetos colocados al azar, que en la oscuridad no se alcanzan a definir.
José María me había dicho que se alojaba en la anteúltima pieza del pasillo a la derecha. Una mano corre una cortina y se asoma una mujer, acompañada de una niña de unos 6 años.
-buscamos a José María Kotelchuc-. La mujer no responde. Nos estudia con la mirada. Dos tipos de saco, sapos de otro pozo.
-sabe que veníamos, nos esperaba- La mujer no tuvo más que señalar al frente, hacia una puerta entre abierta. No nos alcanzamos a dar vuelta que José María gritó:
-pasen- Había estado escuchando todo.
La habitación.
La habitación es pequeña. Una cama doble plaza, una mesa y un modular ocupan la totalidad del espacio. Apenas si queda un breve corredizo de unos tres metros para que María José se mueve con su silla de ruedas. Sufre de Distrofia muscular Duchenne, y como toda enfermedad neuronal es progresiva y no tiene cura. Existe un tratamiento que retrasa los síntomas, pero en la ciudad no hay especialistas de esta enfermedad. En Bs As el Hospital De Rehabilitación Dr. Arnoldo Drozdowski es una de las pocas opciones más cercana, igualmente José María está lejos de desear una rehabilitación. Apenas si está queriendo alcanzar comprar las baterías para una silla de rueda automatizada.
-Tengo 39 años, vivo sólo de mi pensión por discapacidad, que apenas si me alcanza para el alquiler. Hace un tiempo tuve la suerte de conseguir a mitad de precio, una silla de ruedas automatizada en Villa Ramallo. La mujer que me la vendió me dijo que anda “de diez”, pero tiene un problema. Cuando se mudaron de Bs As a Ramallo, en la mudanza se perdió el cargador de las baterías de la silla. Al no usarse ni poder cargarse, las baterías no sirven más. En Baterías Ferrieri, los chicos me dijeron que vale $4.500 cada batería y 4.400 el cargador. Con la silla funcionando yo me pudo mover, y salir afuera a buscar el mango. Por eso unos amigos me están ayudando con unas rifas, que ya hicimos una, para ver si puedo comprar lo que me falta para que la silla funcione, ahora estamos organizando otra rifa que sorteará el 8 de septiembre-
Sobre una mesa que está contra la pared hay una consola, un micrófono, parlantes, una computadora, un mini-televisor y demás aparataos que conforman una radio. El primer contacto que hicimos con José María fue por whatsapp y nos había llamado la atención cierta voz de locutor: pausada, clara, contundente y con un color particular. Nunca nos hubiésemos imaginado que tenía una radio.
-La radio la tengo colocada en el techo de la pensión, un amigo me dio una mano. El dial es el 107.1 FM Radio Génesis. Siempre trabajé en radios, pasé por varias de la ciudad. Hace 4 años que soy dueño de la radio, la gente se piensa que porque tenes una radio generas mucha plata, yo soy el claro ejemplo que no. Hago un programa de radio “La tarde tropical de la Génesis” y paso música, entonces algún amigo me da una publicidad por dinero a veces cambio por comida, y a mí me sirve, pero nada más que eso. Sin la silla de ruedas automática no puedo salir a buscar alguna publicidad, con esta común no puedo, apenas si me muevo pro acá-
La enfermedad es de nacimiento y se transmite a través de la madre. Pero actualmente no tiene contacto con su familia. Después de un largo silencio sentencia un “soy solo”. A ves un hermano le trae algo de alimento. A los tres años la enfermedad comenzó a expresarse por medio del caminar dificultoso. Fue avanzando, y particularmente mucho más en los tiempo en los que corre esta crónica. Asegura haber perdido notablemente el movimiento en las extremidades de los brazos y piernas. Hace un tiempo atrás no se notaba tanto el avance de la parálisis, cuando trabajaba como operador en una remisería. Los choferes y compañeros de trabajo lo venían a buscar, sus compañeros los llevaban y traían. Hasta que en la remisería le dijeron que no puede trabajar más, porque no lo pueden tener trabajando en negro.
-De la primera rifa me quedaron 2.500 pesos, sorteamos unos pollos y unas gaseosas, no conseguí nada donado, compre el premio con los mismos números que vendí. La segunda rifa va a sortear el 8 de septiembre en la Nacional Nocturna, y de premio vamos a dar una parrillada para seis personas, espero me vaya bien así me acerco a las baterías para mí silla. Quien quiera colaborar puede comunicarse a mi teléfono 336 4014901-
Tratamos de acomodarnos y sacamos algunas fotos. Mientras tanto José María se explayaba en su amor por la radio, los años de experiencia, los proyectos que se podrían concretar si pudiera poner en marcha su silla de ruedas. Tras destacar su tono de voz, recuerda con cariño el curso de locución que hizo con Nidia Pena. Salimos al patio central de la pensión, y el viento que corría no era el de los atardeceres de agosto, sino los vientos de la noche. A pesar del frío, algunas de las piezas no habían cerrado la puerta y del interior salía olor a comida y el bullicio de una televisión prendida. En la vereda buscamos la antena de la radio y la vimos, bien colocada pero no muy alta. Pero en esta historia la altura es un dato irrelevante. La compañía que le da la radio, le sobra a José María para dar vueltas por su mundo y ocupar todo el espacio que necesita.
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