Más de una vez al pasar algún auto por un badén sentimos ese roce que hace rechinar las muelas y fruncir los seños, y la cara del conductor dibujando insultos al cielo… vemos a los autos “planchados” sucumbir ante los badenes, y no es porque estén mas profundos… o mejor dicho, si pero no… no han bajado la depresión, sino que han aumentado la altura de los pavimentos.
No está nada mal el crecimiento, pero a veces el afán de crecer rápido se logra que no se piense en todo. Hoy es un día de lluvia, de esas lluvias típicas del otoño que se vuelven incesantes. En medio de estas lluvias, al recorrer las calles céntricas nos encontramos con los arroyos de San Nicolás, y lo más extraño es que no tenemos que acercarnos a ninguna costa. Aun después de meses de obras, que resultan incesantes, como las lluvias de otoño, aun con unas rejas de desagüe flojas de las nuevas calles de veredas más anchas y lujosas baldosas blancas, aun con todo nuevo… San Nicolás tiene arroyos… en las calles céntricas…
Estos pavimentos altos han favorecido a que las calles que quedaron bajas, sobre todo por el capricho de algunos vecinos de mantener el “casco histórico” con adoquines, hace que sea más notoria aún la falencia en los desagües pluviales. Tenemos clásicos de ciudad como la tapa de desagüe de Sarmiento y Guruciaga siempre dando borbotones, y ahora tenemos los nuevos clásicos de los arroyitos improvisados que deja cualquier lluvia.
Tampoco hay que olvidar el pavimento a las corridas y en tiempo record de Falcón, una calle que carga con un nombre nefasto, y de a poco se va convirtiendo en el terraplén que está dividiendo en parte a la ciudad.
San Nicolás crece, sobre todo en altura… cada vez mas lejos del rio, cada vez mas lejos de los arroyos, así que ahora tenemos nuevos arroyos en el centro para disfrutar…
A armar barquitos de papel, y seguirlos surcando la correntada!