19.08.2025
Las elecciones legislativas de septiembre en San Nicolás se presentan con un aire de continuidad más que de renovación. Todo indica que será nuevamente una elección de tercios, protagonizada por tres fuerzas que ya se midieron en 2023 y que volverán a disputar las bancas del Concejo Deliberante sin mayores novedades.
En los últimos comicios, el passaglismo se impuso con el 42,22% de los votos, Unión por la Patria alcanzó el 30,2% y La Libertad Avanza se quedó con el 20,39%. A juzgar por la oferta electoral de este año, nada parece modificar sustancialmente aquel escenario: las listas están encabezadas por los mismos referentes y no han surgido alternativas capaces de alterar el mapa político local.
El oficialismo, reconfigurado bajo el sello Hechos, llega con la seguridad de que el electorado le seguirá siendo favorable. Su estrategia apunta a sostener el número de bancas sin mayores sobresaltos llevando como primera candidata a la actual concejal, Celeste López. Enfrente, Fuerza Patria, con la camporista Cecilia Comerio como figura central, quien no logra demostrar capacidad para consolidar al peronismo local ni instalarse con fuerza en la sociedad nicoleña. Por su parte, el espacio libertario apuesta a crecer con el empresario portuario Federico Chohuy, ex vecinalista que hasta hace poco transitaba por otros armados políticos. Su llegada al liberalismo se suma al derrotero de Danilo Petroni, otro dirigente que pasó de aliado oficialista a opositor solitario, para finalmente recalar en el mismo espacio que solía cuestionar, el peronismo.
En definitiva, los nombres cambian de lugar, pero las caras son las mismas. El tablero político local parece congelado en el tiempo, lo que alimenta la sensación de que la verdadera discusión de fondo no se libra en las urnas, sino en el desempeño del Concejo Deliberante.
Un Concejo en deuda con la ciudad
El Concejo Deliberante debería ser la caja de resonancia de los vecinos, el espacio donde se discuten las ordenanzas que dan forma al presente y al futuro de San Nicolás. Sin embargo, la realidad dista mucho de ese ideal. En la práctica, el cuerpo legislativo local se ha vuelto, en gran medida, un escenario de apatía.
No faltan concejales que eligen el silencio como método: no piden la palabra, no cuestionan, no proponen. Están, pero no participan. Otros se limitan a levantar la mano siguiendo el libreto del Ejecutivo municipal, sin aportar análisis ni debate. Y cuando surgen proyectos, muchas veces se trata de iniciativas menores, sin peso real en la vida de la ciudad.
Esta actitud alimenta entre los vecinos la idea de que buena parte de los concejales son simples “becados”: ocupan una banca, cobran un sueldo, pero carecen de compromiso con el rol que se les encomendó.
Lo que está en juego
La importancia de un Concejo activo no es un detalle menor. Allí deberían debatirse cuestiones trascendentes: cómo se planifica el crecimiento urbano, cómo se mejora el transporte público, qué políticas de seguridad se implementan, qué estrategias de desarrollo económico se impulsan, cómo se protege el ambiente o se garantiza la calidad de los servicios. Cada ordenanza votada o cada discusión que se posterga incide directamente en la vida cotidiana de la comunidad.
Un Concejo deliberante que se limita a cumplir trámites sin debate es, en los hechos, una institución vaciada de sentido. Y eso es peligroso: una democracia local sin voces críticas ni confrontación de ideas se convierte en una política de escritorio, distante de las necesidades reales.
Silencio que duele
Cuando un concejal calla, no solo traiciona el compromiso con sus votantes: también priva a la ciudad de una herramienta fundamental para resolver sus problemas. Cada banca representa a cientos de ciudadanos que confiaron en que sus reclamos llegarían al recinto. Renunciar a esa voz es, en definitiva, renunciar a la responsabilidad de representar.
Las elecciones de septiembre probablemente ratifiquen el mapa político de 2023. Pero más allá de los porcentajes, la verdadera pregunta sigue siendo otra: ¿estará a la altura el Concejo Deliberante para convertirse en un espacio de debate, control y propuestas?
Porque la continuidad en las urnas no debería significar inercia en la gestión legislativa. Y si la política local insiste en mirar hacia otro lado, será la sociedad nicoleña la que, una vez más, termine pagando el costo de un Concejo que no habla, no discute y no resuelve.




