El 2 de octubre de 1935, en San Nicolás de los Arroyos, abría sus ojos al mundo
el menor de los hijos de Adeodato Sívori y Carola Tiracchia. Lo llamaron Enrique
Omar. Su romance con la pelota comenzó de muy pequeño, en los baldíos,
donde se enojaba sino se la daban, y en el mítico Francia, equipo del barrio. Las
inferiores vendrían en otra institución que hoy no es más que un montón de
recuerdos: Teatro Municipal.
El debut local
Enrique Omar Sívori debutó en primera división de la Liga Nicoleña el 21 de
octubre de 1950 (con 15 años recién cumplidos) por la 15º fecha del
campeonato. Teatro cayó derrotado en su cancha por 2 a 0 ante Villa Hermosa,
con goles convertidos por Bazán y Marrocco, dirigiendo su primer partido en el
fútbol local Juan Carlos Videla.
El primer gol en nuestro fútbol se lo convirtió a Unión de General Rojo, en
cancha de estos, el 29 de octubre (16º fecha), aunque en realidad ese día
convirtió 2 goles; el primero fue a los 24 minutos del segundo tiempo, poniendo
el partido 2 a 1 a favor de Teatro, en un encuentro que finalizó 3 a 3.
8 de marzo de 1952, el día clave
El verano porteño de 1952 consumía sus últimas semanas, cuando Enrique
Omar Sívori se probó en Ríver Plate. Renato Cesarini ordenó su reclutamiento,
el cual también era pretendido por Independiente. Pero fueron los de Núñez
quienes se aseguraron el pase de aquel muchacho nicoleño,
comprometiéndose a visitar San Nicolás para jugar un amistoso con todos sus
titulares. No pasó más de un mes, para que, el 6 de abril de 1952, “Chiquín”
debutara en la tercera riverplatense, marcando un gol en la derrota 2-3 ante
Independiente.
Llega la primera
El 30 de enero de 1954 Ríver enfrentó en forma amistosa al Partizan de
Belgrado, en el Estadio Monumental. Sívori arrancó como suplente, y luego
reemplazó nada menos que a uno de los máximos ídolos de la historia
riverplatense: Angel Amadeo Labruna. El debut oficial fue el 4 de abril de ese
año, ante Lanús, victoria de Ríver por 5 a 2, con cuatro goles del uruguayo Walter
Gómez y uno de “Chiquín”. La hinchada lo idolatró, fue campeón en 1955 y
- En este último año debutó con la celeste y blanca, ante Perú, marcando
un gol. 1957 sería el año de su consagración internacional, integrando aquel
legendario equipo de los “carasucias” en el Sudamericano de Lima, selección
que conseguía el campeonato desplegando un fútbol brillante,
fundamentalmente a partir del quinteto atacante que conformaban Corbatta,
Maschio, Angelillo, Sívori y Cruz.
Una venta que se hizo tribuna
El 5 de mayo de 1957, Sívori juega su último encuentro con la camiseta de Ríver
Plate. Su pase es adquirido por la Juventus de Italia en cifra record: 10 millones
de pesos. La historia cuenta que con ese dinero el club de Núñez pudo cerrar lo
que hasta entonces era una “herradura”. Hoy, justicieramente, esa tribuna que
se pudo construir gracias a la venta del nicoleño, lleva su nombre: “Enrique
Omar Sívori”.
Sus primeros tiempos en Italia no fueron fáciles. El único que lo defendía de los
ataques de la prensa era el presidente del club, luego su amigo para toda la vida:
Umberto Agnelli. La “Vecchia Signora” gana el scudetto, repitiendo en las
temporadas 59/60 y 60/61. Se organiza “la caza de Sívori”, quien sufre el juego
brusco de los italianos, ante lo cual muchas veces reacciona como en los
potreros nicoleños. Lo expulsan varias veces, pero Sívori se gana a todo el
mundo con su juego y sus goles, y con aquella sociedad extraordinaria que
formó junto al centrodelantero galés John Charles.
El antecedente de Diego
Un día, a la dirección técnica de la Juve, llega Heriberto Herrera. Pretendía
disciplinar tácticamente a Omar, como le decían en Italia. Sívori, inspiración pura,
potrero en esencia llevado a los grandes escenarios, se va al Nápoli
conjuntamente con el brasileño Altafini: 150 millones de pesos por el pase de
los dos. En la tierra de San Genaro, donde otro argentino sería ungido como un
santo dos décadas después, “Chiquín” fue admirado por su fútbol y su entrega.
No logró campeonatos, pero sí un segundo puesto en la temporada 67/68. Las
lesiones lo empezaron a perseguir. Luego de una operación de rodilla, vuelve a
la primera del Nápoli el 1º de diciembre de 1968, nada menos que ante la
Juventus. En un entrevero, como aquellos que solía tener en los huecos
arroyeros, Sívori es nuevamente expulsado. Tenía 33 años y decidió abandonar
el fútbol, al menos como jugador.
El técnico, el periodista, el vecino
Dirigió técnicamente a Ríver, Rosario Central, Estudiantes de La Plata, Rácing
y Vélez, pero su logro máximo como entrenador fue la clasificación de la
Selección Argentina para el Mundial de Alemania 1974. Por sus amplios
conocimientos futbolísticos, y su capacidad para analizarlo, fue muchas veces
contratado para comentar fútbol, especialmente en Italia. Hombre de principios
y convicciones inclaudicables, prefirió abandonar su columna en el Diario
Clarín ante una sugerencia de no opinar en contra de los poderosos del fútbol.
Su corazón se dividía futbolísticamente entre Ríver y la Juventus. Sus días se
repartían entre la Italia que lo amaba y su San Nicolás en la que era un vecino
más. O en “La Juventus”, su estancia de Conesa. En todos lados fue respetado,
querido, admirado.
Un futbolista extraordinario, un hombre sencillo
En los últimos años de su vida eligió el silencio. No fue un hombre mediático,
de declaraciones explosivas, con afán de figuración. Era común verlo tomar un
café en la Peatonal, charlando con los tacheros, con los mozos, con sus amigos.
Se fue de este mundo el 17 de febrero de 2005, intentando, como cuando
jugaba, una gambeta más. No pudo. Como no podrá nadie soslayar su nombre
a la hora de hablar del fútbol de esta ciudad. Enrique Omar Sívori, el de las
medias caídas, el pelo revuelto, la gambeta impredecible. El primero, el mejor, el
más grande. Eternamente “Chiquín”…
Investigación y texto: OSCAR MAYER / PABLO ROZADILLA