“Ojalá no haga falta usarse”, dijo sobre esa especie de filtro espacial, y afirmó que en Argentina se debe “despertar el tema” para tener una mayor participación en las discusiones internacionales.

“Esto se basa en replicar el efecto de los volcanes. Cuando hay una erupción se liberan en la atmosfera muchos gases y cenizas que dan origen a la formación de partículas muy chiquitas que llamamos aerosoles y que llegan a la estratosfera teniendo la capacidad de devolver al espacio más energía del sol que si esos aerosoles no estuvieran, por eso decimos que el efecto es como una media sombra”, explicó.

Según Camilloni, doctora en Ciencias de la Atmósfera y profesora en la Universidad de Buenos Aires (UBA), esto atenuaría la energía que recibimos del Sol entre un 1 y un 2 por ciento. “No vamos a hacer una sombra muy notoria, pero llegaría menos energía a la superficie y así bajaría la temperatura”, precisó. Asimismo dijo que si bien todavía se encuentra en fase de investigación, “en los próximos diez o quince años ya estaría todo listo para implementarse”.

“Sabemos que las consecuencias de superar los valores establecidos para el calentamiento puede generar situaciones muy comprometedoras que implicarían enormes sufrimientos para la humanidad, tanto en olas de calor, inundaciones y sequias”, advirtió y señaló nuevamente sobre el proyecto cintico donde forma parte que este se piensa “para bajar las temperaturas del planeta de manera rápida y eficiente”.   

En un contexto catastrófico donde el mundo se encamina hacia un aumento del calentamiento global de 2,8 grados para el final del siglo, la geoingeniería empieza a ser estudiada como una tecnología para aliviar las olas de calor que causan cada vez más muertes y mitigar las sequías e inundaciones extremas, entre otros desastres climáticos.

Para que las partículas químicas lleguen hasta esa capa de la atmósfera se necesitará enviar varias veces al día aviones especialmente diseñados para alcanzar los 20 kilómetros de altura.

Aunque parezca ciencia ficción, “es tecnológicamente factible y eficaz para bajar la temperatura”, indicó la climatóloga y agregó que para la economía mundial no sería costoso mantener esta “media sombra” porque demandaría entre 10.000 y 20.000 millones de dólares por año.

A pocos días de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 27) que comenzará el domingo, Camilloni sostuvo que, aunque en las reuniones internacionales se habla cada vez más de estas tecnologías disruptivas, “no son la solución frente al cambio climático”.

“Sería un enorme fracaso de la humanidad tener que recurrir a esto porque sabiendo cuáles son las causas de un problema no hemos actuado, no hemos hecho una transición hacia las energías renovables, ni logramos descarbonizar las economías”, afirmó la investigadora que participará de la COP 27 en un panel sobre ingeniería climática.

Cómo impactaría la geoingeniería en sudamérica

Desde el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA), dependiente del Conicet y de la UBA, Camilloni investiga junto con su equipo cuáles serían los impactos en Sudamérica y en la Cuenca del Plata si la geoingeniería solar se implementara.

A través de modelos computacionales simularon incorporar 50 teragramos (50 millones de toneladas) de partículas de azufre en la estratósfera para compensar las emisiones récord de dióxido de carbono del presente.

Eligieron el azufre porque es el elemento que se libera en las erupciones volcánicas y ya saben cómo responde la atmósfera gracias a la histórica erupción del volcán Pinatubo en Filipinas.

Fue en 1991 cuando este volcán inyectó 20 millones de toneladas de dióxido de azufre a la estratósfera y enfrió la temperatura del planeta medio grado en los meses posteriores.

Todavía en ninguna parte del mundo se pasó de la simulación al experimento y, en caso de hacerlo, se debería utilizar otra sustancia como el carbonato de calcio, ya que el azufre en la estratósfera dañaría la capa de ozono.

Entre los resultados del estudio publicado este año en la prestigiosa revista científica Frontiers, Camilloni destacó que “efectivamente bajaría la temperatura entre uno y dos grados centígrados entre el 2021 y el 2050, bajarían los extremos de precipitación, pero en promedio la lluvia aumentaría en la parte alta de la Cuenca del Plata y disminuiría hacia abajo”.

Como la geoingeniería provocaría cambios en el ciclo del agua, el río Paraná en Posadas y Corrientes tendría más caudal, al igual que el río Uruguay en Salto Grande, por lo que sería necesario evaluar cómo afectaría a las represas hidroeléctricas de la región.

“Uno podría pensar que más agua disponible podría ser beneficioso, pero los caudales máximos tenderían a ser más máximos y ahí la cuestión es si las represas están dimensionadas para caudales más altos”, advirtió la investigadora.

Consultada sobre si es ético modificar deliberadamente el clima, la científica aseguró: “No es ético, pero ya lo estamos haciendo. El cambio climático es consecuencia de una manipulación del clima”.

“La ética de la geoingeniería tiene que ver con contrastar cuáles son los riesgos que nos está imponiendo el cambio climático versus los riesgos de pensar en esta estrategia como una solución temporal mientras actuamos sobre las causas de fondo”, precisó Camilloni, quien fue incorporada recientemente a la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología de la Unesco.

Y agregó: “Creo que la discusión ética pasa ahora por ver de qué forma evitamos más el sufrimiento humano que implica vivir con cambio climático”.

Para Camilloni no se trata de estar a favor o en contra de la geoingeniería, sino de “seguir investigando para entender cuáles son los riesgos y si podemos disminuirlos”.

También, apuntó que en países en desarrollo como el nuestro hay que “despertar el tema” porque esta técnica produciría efectos desiguales en las diferentes regiones y generaría un “clima nuevo” con países ganadores y perdedores.

En este sentido, la investigadora remarcó que antes de implementar estas nuevas tecnologías es necesario un acuerdo global y subrayó que “si Argentina en alguna instancia tiene que decidir, que sea una decisión informada por la ciencia local”.

Y concluyó: “Ojalá que esto no haga falta usarse y se puedan afrontar las causas reales del cambio climático”.