Aun tratándose de dos joyas inconmensurables del fútbol mundial, los goles de Maradona a Bélgica por la semifinal de México 86, han quedado un poco escondidos bajo la frondosa sombra de la victoria precedente. Es que la resonancia eterna del histórico triunfo ante Inglaterra por cuartos de final, ocurrido apenas tres días antes, conspiró con la justa y exacta valoración de aquella gloriosa jornada del miércoles 25 de junio de 1986. Dos goles que si Diego los hubiera convertido en otro mundial, en otro campeonato o en otro momento de su carrera, serían motivo de una apreciación más acorde a su exquisita factura técnica. O bien haciendo otro ejercicio ficcional, si el triunfo ante Inglaterra hubiera sido por penales después de un opaco 0 a 0, los dos goles del 10 a Bélgica ocuparían el escalón máximo del podio maradoniano. Pero, sin necesidad alguna de forzar la historia, y aun bajo la sombra del 22, los del 25 indudablemente ocupan el segundo lugar. Sobre todo el slalom del minuto 63.
En la Copa del Mundo 1986, la selección europea dirigida por Guy Thys había clasificado para octavos de final con lo justo. En el arranque del Grupo B los belgas habían perdido 2 a 1 contra el local, México, ganando en segunda fecha por idéntico marcador ante Irak, y empatando en el cierre de la ronda inicial, 2 a 2 frente a Paraguay. Junto a Polonia, Bulgaria, Uruguay, Hungría e Irlanda del Norte, Bélgica accedía entonces a los octavos de final como mejor tercero. En el primer cruce directo venció a la Unión Soviética en vibrante partido, con marcador 4 a 3. Por cuartos de final se daría un empate ante España con marcador 1 a 1, pasando Bélgica por penales, gracias al que le atajó Jean Marie Pfaff al español Eloy Olaya. Así llegaban los “diablos rojos” europeos a la semifinal con Argentina. Con el liderazgo en la cancha de su capitán y figura, Jan Ceulemans, más la sapiencia futbolística de Enzo Scifo, el aporte de Gerets en defensa, Vercauteren en el mediocampo, y delanteros punzantes como Erwin Vandenbergh y Nico Claesen.
La semifinal se jugó con arbitraje del mexicano Antonio Márquez, y el antecedente del partido inaugural en España 1982, cuando el seleccionado campéon del “Flaco” Menotti cae ante Bélgica por 1 a 0 en el estreno mundialista. Cuatro años después, los equipos presentaron en el Azteca las siguientes alineaciones. Argentina con Nery Alberto Pumpido: José Luis Cuciuffo, José Luis Brown, Oscar Alfredo Ruggeri: Ricardo Omar Giusti, Sergio Daniel Batista, Héctor Adolfo Enrique, Julio Jorge Olarticoechea: Jorge Luis Burruchaga (ST 40′ Ricardo Enrique Bochini): Diego Armando Maradona y Jorge Alberto Valdano. DT: Carlos Salvador Bilardo. Bélgica presentó a Jean Marie Pfaff: Eric Gerets, Michel Renquin (ST 8′ Philippe Desmet), Stephane De Mol, Patrick Vervoort: Enzo Scifo, Georges Grün, Franky Vercauteren, Jan Ceulemans: Daniel Veyt y Nico Claesen. DT: Guy Thys.
Compartimos este enlace con el partido semifinal completo.
El primer tiempo lo tuvo como dominador al equipo de Bilardo, aunque sin demasiadas llegadas, salvo un remate de Maradona de media distancia. Pero en la segunda parte vendrían las dos joyas maradonianas para llevar a Argentina a la final del mundo. A los 52 minutos la trae el “Negro” Enrique por derecha, al cruzar la mitad de cancha la toca para Burruchaga, que la traslada unos metros y luego se frena ante la marca de Vervoort, encara hacia adentro y ve que su capitán le marca el pase, en diagonal hacia la derecha del área. El toque diestro con el empeine externo de Burruchaga es de una exquisitez suprema, y va con la fuerza justa para que el pique de Diego lo ponga en el momento exacto ante la marca de dos rivales (Veyt y Demol) y la salida del arquero Pfaff, que ante el zurdazo suave y preciso del 10, termina llevándose puesto a Stephane Demol, uno de los defensores que venía persiguiendo un imposible: parar a Diego.
A los 63 minutos de partido tiene lugar el que para muchos cronistas, analistas y especialistas, es el segundo mejor gol en la historia del fútbol mundial, luego de aquel emblemático segundo tanto a los ingleses. El cordobés Cucciuffo intercepta una pelota en cercanías de la mitad de la cancha, y encara decidido hacia el arco contrario. En el camino se encuentra a Maradona y hace lo que la lógica de aquel equipo mandaba: la pelota siempre al Diez. Le entrega el balón y parte con intenciones de mostrarse como centrodelantero imprevisto, pero Maradona tenía otros planes. Elude al primer belga que se le cruzó (otra vez Demol) casi como si fuera un poste. Después encara de adentro hacia la izquierda, deja atrás en su frenético slalom a dos defensores (el último es Gerets), y ante la salida de Pfaff mete esa zurda gloriosa y picante como nunca para marcar el segundo en un prodigio de habilidad, destreza, velocidad, precisión, equilibrio, visión periférica, contundencia y plasticidad. Al ver ese gol, hasta parece que le hubiera resultado fácil. Y es que lo hizo fácil la magia inconfundible de un talento sobrenatural.
Aquí vemos el segundo mejor gol en la historia del fútbol mundial:
Argentina le ganó a Bélgica 2 a 0, se metió en la final que ganaría el domingo 29 de junio, y obtendría así su segunda Copa del Mundo, luego de la primera consagración en Buenos Aires, justo ocho años antes de aquel miércoles 25 de junio en el Azteca. El día que Maradona le regaló su casaca al arquero belga, Jean Marie Pfaff, quien aun la conserva como un preciado tesoro. No es para menos, tiene en su poder la camiseta que usó el mejor de todos en la cúspide misma de su historia como futbolista…