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Diego nuestro que estás en tus goles (Capítulo 10) La Duquesa de Alicante

Corría el mes de junio de 1982, y con la Guerra de Malvinas sacudiendo el alma atribulada del pueblo argentino, en España se disputaba la Copa del Mundo. La duodécima edición de la idea de Jules Rimet (tercera de la competición denominada, luego de México 1970, como Copa FIFA), concitaba la atención del mundo, a la par del desarrollo de un conflicto bélico que se llevó la sangre de muchos héroes argentinos. Al mismo tiempo, Diego Armando Maradona lucía la camiseta número 10 por primera vez en mundiales de mayores -gentileza del nicoleño Patricio Hernández mediante-, y luego de la derrota inicial ante Bélgica, convertía en la segunda fecha del Grupo C sus primeros dos goles oficiales en campeonatos mundiales.

El 18 de junio de 1982, en el Estadio Rico Pérez de Alicante, la selección del Flaco Menotti estrenaba su título de campeón mundial en España, y tal cual como le ocurriría ocho años después, caía en la apertura mundialista por 1 a 0. En 1982 fue ante el Bélgica de Guy Thys: en Italia sería ante el duro y áspero equipo camerunés dirigido técnicamente por el ruso Valery Nepomnyasjchy. Para la segunda fecha de ese grupo de primera ronda, el entrenador argentino alistó a Fillol: Olguín, Galván, Passarella y Tarantini (Barbas): Ardiles, Gallego y Maradona: Bertoni, Valdano (Calderón) y Kempes. El seleccionado húngaro dirigido por Kalman Meszoly formó con Meszaros: Martos (Fazekas), Balint, Toth y Garaba: Rab, Sallai y Varga: Nylasi, Kiss (Szentes) y Poloskei.

A los 26 minutos abrió el marcador el delantero argentino Daniel Bertoni, quien a su vez había convertido el último gol celeste y blanco en mundiales, nada menos que el tercero ante Holanda en la final de 1978. Kempes ejecutó a manera de centro un tiro libre al área rival, cabeceó Passarella hacia el palo opuesto y por allí venía el extremo de Independiente para estampar el primero. Apenas habían transcurrido dos minutos luego de ese gol de apertura, cuando Ardiles combinó con Bertoni que remató de zurda, tapó parcialmente Meszaros, dejando el balón picando en el área chica para que llegara el zurdo número 10 argentino y cabeceara al gol su primera conquista en mundiales de mayores.

En este enlace, los cuatro goles del seleccionado argentino ante Hungría, relatados por Víctor Hugo Morales.

 

El segundo tiempo se iniciaría con esa ventaja de dos goles a favor del equipo de Menotti, que a los 12′ estiraría las cifras con otro golazo de sello “maradoniano”. Combinación del astro de Fiorito con Mario Kempes, y el zurdazo furibundo de Maradona entrando al área grande húngara que se metió entre Meszaros y el palo izquierdo. Golazo, el segundo de Diego en Mundiales. Tres minutos después el cordobés Osvaldo Ardiles marcaría el cuarto gol argentino, mientras que a los 76′ el delantero Gabor Poloskei descontaría para el seleccionado húngaro. Fue 4 a 1 para los del Flaco, quienes así renovarían la ilusión mundialista luego del traspié inaugural ante Bélgica.

En el cierre musical, una perlita muy poco difundida: la canción que el ex delantero xeneize Héctor Bracamonte le dedicó al más grande de todos los tiempos. Un bellísimo tema musical del que además de compartir en un enlace, aquí les dejamos la letra:

La mano de Dios rozó con un dedo tu pie izquierdo,

barrilete cósmico rozando el verde suelo.

Sos venganza de los pobres y bandera de los tristes,

tu tortuga no se escapa fuiste sol en días grises.

 

Una tarde te colgaste en el cielo de los nuestros,

las filas del invasor con su reina se rindieron.

Fuiste como el comandante, profeta en otra tierra,

libre el sur, el norte, hoy te prepara una vendetta.

 

Y hoy estás aquí, pibe de oro aún existes,

tu tatuaje está, no se borra lo que hiciste.

Tu barcó partió y mil guerras vos venciste,

sos el capitán de mis días más felices.

 

Tu mala armadura no te protegió de flechas blancas,

hoy te cobran el pecado los que mandan a los tranzas.

Y para tapar tu dolor endureciste tu coraza,

pero el flash engañador te atraviesa como lanza.

 

Todo debe terminar o eso cree el que te envidia

pero como el Ave Fénix, la pelusa es infinita.

Solo sé que para verte tengo que cerrar mis ojos,

para mi generación sos el héroe más grandioso.

 

Y hoy estás aquí, pibe de oro aún existes,

tu tatuaje está, no se borra lo que hiciste.

Tu barcó partió y mil guerras vos venciste,

sos el capitán de mis días más felices.

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