Por Leonel Mingo, coordinador de campañas de Greenpeace Argentina.
16.04.2020 En medio de la crisis sanitaria por la propagación de Covid-19 que enfrenta Argentina y el mundo, es necesario exigir decisiones políticas con impacto profundo en la mitigación del cambio climático. Además de las razones ambientales cada vez más urgentes, se ha demostrado que las enfermedades infecciosas se benefician de la crisis climática y la destrucción de la biodiversidad. El hecho de que las estaciones del año se vean menos marcadas y alteradas hace que los virus estén activos durante períodos más largos.
Por otro lado, la hipermovilización humana -que también alimenta al cambio climático por la quema de combustibles fósiles, por ejemplo- favoreció la propagación de la pandemia que atravesamos y que hoy nos obliga al encierro.
Ahora bien, aunque el efecto cuarentena haya provocado una caída en las emisiones de gases de efecto invernadero e incluso el aire en las ciudades sea más limpio, esto sólo sucedió porque gran parte de las actividades humanas se vieron obligadas a detenerse en condiciones drásticas y con graves consecuencias sociales y económicas. La realidad es que los esfuerzos por disminuir la contaminación causante del cambio climático deben ser producto de medidas de carácter global y no el resultado de una pandemia.
En la ciudad de Buenos Aires incluso el olor habitual del dióxido de Azufre (SO2) disminuyó sustancialmente por el efecto del freno en la quema de combustibles fósiles y la caída de la circulación de vehículos, que también concentra la producción de otros gases de efecto invernadero como Dióxido de Carbono (CO2) y Dióxido de Nitrógeno (NO2), (que además son perjudiciales a la salud).
En China, las emisiones de CO2 cayeron casi una cuarta parte entre principios de febrero y marzo de este año, en comparación con 2019. Asimismo, en el norte de Italia y en los Estados Unidos se comenzó a registrar una reducción en las emisiones de CO2 y en la contaminación del aire.
Por otro lado, el aplazamiento de las principales reuniones internacionales como la COP26 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), crucial para la implementación efectiva del Acuerdo de París, y el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), corren riesgo las principales decisiones internacionales que necesitamos para enfrentar otras dos emergencias: el cambio climático y el colapso de los seres vivos.
Además, las industrias más contaminantes como el sector aéreo, ya están trabajando para beneficiarse de los esfuerzos de recuperación, obtener nuevas desregulaciones, y enterrar los estándares ambientales y sociales con el pretexto de volver al crecimiento económico, que en realidad está basado en actividades tóxicas y en orígenes de desigualdad. Por eso, mientras los primeros planes de recuperación económicos ya están surgiendo, debemos garantizar que el restablecimiento sea ecológico, justo y cívico.
Es por esto que mientras atravesamos esta crisis debemos revisar nuestras prioridades y exigir a los gobiernos el diseño de planes de recuperación que prioricen nuestra salud, bienestar y un ambiente sano. Concentrar la producción de energías a partir de fuentes renovables, es un ejemplo, posible y conveniente, en un país con potencial eólico y solar como la Argentina.